Carta a los Magos
Una carta a los Reyes Magos, en el lenguaje
adulto, es una relación de demandas entre utópicas e inconvenientes, algo así
como un brindis al sol al que nos tienen acostumbrados no pocos de nuestros
políticos. En su contexto, es una solemne forma de perder el tiempo, cuando no
de burla a la ciudadanía. En cambio, una carta a los Reyes Magos en la temblona
letra de un niño o en la relación no escrita que desfila por la cabeza de
nuestros pequeños, es una declaración de fantasía, una apuesta por la
fascinación que hace posible todo lo bello en los ojos absortos de tantos niños
que se dejan tentar por el prodigio.
Los adultos que no terminamos de limpiar los
restos aniñados del corazón pedimos a los Magos colores del arco iris, copos de
nieve, lluvia de agua fresca y filigranas de fuego... que el corrector del
lenguaje traduce por alegría a tiempo y a destiempo, flores siempre vivas de la
esperanza y una fe que venza siempre el miedo. Los Reyes nos atienden siempre
si pedimos corazón grande donde quepa el mundo entero.
El regalo que quiero, desde este rincón de la
Palabra, es un lenguaje de ternura y una sonrisa de evangelio para que ningún
caminante por este mundo olvide que la vida, si sentido quiere tener, hay que
vivirla como regalo y bendición, y como tal hay que agradecerlo, cantarlo
pasarlo al que al lado tengamos. Que la vida se deja hacer geografía del Padre
de misericordia que sabe abrazarnos mejor que nadie.
Fr. Jesús Duque OP.