“Tierra
buena”. Sí.
¿Y
los pájaros del borde del camino?
¿Y
el terreno pedregoso? ¿Y las zarzas?
¡Claro
que están en nosotros y que también a veces vienen de fuera! Pero ¿qué tiene
más consistencia? ¿de qué depende que esa “tierra buena”, que ya nos constituye,
fructifique?
El
Sembrador, el Espíritu, nos regala de mil formas la Palabra: suavemente con
frecuencia, como una delicada invitación, como una “Palabra-Presencia” que nos
acompaña en cualquier circunstancia, también y tal vez más, en los momentos
duros. ¿No nos lo dice la experiencia?
¿quién de nosotros no ha dicho alguna vez: “De aquella crisis, salí
fortalecida”, “En aquella ocasión, lo pasé mal, pero…¡cuánto aprendí”!?
Nos
vienen a la mente las palabras de S. Pablo: “Todo colabora al bien de los que
aman a Dios”. En definitiva, ¿no es caminar de manos de la Providencia?
Parafraseando a un santo reciente…“Mi
Providencia y tu fe tendrán “esto” en pie” Y así, todo puede caer en esa
tierra buena, aunque esté, y está, de mil formas amenazada. Pero… ¡el Señor la
cuida, si nosotros lo dejamos, y si le prestamos atención. La cuida, nos cuida.
Nos
lo dice el salmo: Tú cuidas de la tierra,
la riegas, la enriqueces sin medida” Tú nos acompañas con tus cuidados.
Como en una ocasión le oí a un dominico joven: “Porque eres amor, te encuentro
siempre a mi lado, Peregrino”.
Paqui López
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte con nosotros...