ALVARO DE CORDOBA
Figura señera y egregia de profesor que abandona la cátedra
por la peregrinación y ancla luego en la Sierra de Córdoba, trasplantando lo
que vieron sus ojos en Tierra Santa e iniciando la “reforma”, que era grito y
anhelo común de la Cristiandad .
Alvaro fue un “reformador” reflexivo. Se trataba de un hombre
intelectual, hombre de convento y Corte, hombre a quien se concede el
Magisterio en teología, hombre de carne y hueso, hombre que gusta peregrinar
por el mundo.
Su experiencia de cátedra y palacio fue, sin duda, muy rica;
no lo fue menos su experiencia de “peregrino medieval”, con estampa de cruzado
de la fe, por los caminos de Europa y por los caminos del mar … hasta Tierra
Santa y hasta Italia. Su espíritu está lleno de ejemplos y recuerdos italianos.
Pero la imagen de Alvaro (Santo y Beato, Beato y Santo) que
más ha calado en la piedad, en la iconografía y en la literatura es la que le
“ve” en sus vivencias cristológicas.
El poeta-cantor Ramón Medina lo expresó en emotivos versos:
Como viene encapuchado,
no lo pude conocer;
trae a Jesús en sus
brazos:
¡Álvaro tiene que ser!
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