A
la Bienaventurada Virgen María
En ti
se ha hecho carne la Palabra
de la
que participamos, que contemplamos y que alabamos;
que
predicamos y por la que vivimos.
Bajo
tu amparo, hoy de nuevo,
nos
consagramos al ministerio de la Palabra encarnada
y
nos consagramos también a ti,
para
que escuchando, como tú, interiormente la Palabra
y
siendo ungidos por el Espíritu, del que tú fuiste sagrario,
nos
dediquemos incansablemente a la predicación
del
nombre de tu Hijo por el mundo.
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