domingo, 6 de julio de 2008

Santo Domingo de Scala Coeli

Los datos esenciales del convento de Scala Coeli son cono­cidos. El 13 de junio de 1423 compró san Álvaro de Córdoba la torre Berlanga, y fundó allí un convento de Reforma, bajo la advocación de Santo Domingo de Scala Coeli. El Papa Martín V había autorizado fundar seis. El 4 de enero de 1427, Álvaro fue nombrado superior mayor de la Reforma Dominicana. El mismo año, a 1 de abril, compra una casa en la ciudad para que sirviese de hospicio o cabeza de puente a los religiosos que bajaban o subían a Scala Coeli.

La fundación dio sus primeros pasos con buen pie. En 1434 funcionaba ya un estudio conventual bastante copioso. Scala Coeli irradió su influjo a Sevilla, donde san Álvaro pasa, con algunos compañeros, temporadas, y funda Santo Domingo de Portaceli. El capítulo provincial celebrado en Córdoba en 1464, encarga a Scala Coeli la puesta en marcha de las casas de Doña Mencía y de Chillón.


En 1506 el convento estaba florido. Pero en 1530 se pro­duce una grave crisis al “trasladarse”, aprovechando las cir­cunstancias, una parte de la comunidad al monasterio cisterciense de los Santos Mártires: El arreglo salomónico del Maes­tro General fray Juan de Fenario, 1535, sancionó los hechos consumados dando validez canónica al convento de los Santos Mártires y compensando a Scala Coeli con una pequeña renta. Fray Luis de Granada “refundó” el Convento y la Comunidad (1534-1545), y adquirió una nueva casa para hospe­dería, ya que la antigua fue derribada y vendido el solar por la comunidad de los Mártires.

El beato Francisco de Posadas –“el padre Posadas”, como le siguen llamando los cordobeses- vivió y murió en el “hos­pitalico”, es decir, en esa hospedería. El padre Posadas fue la figura más señalada de Scala Coeli en la época del Barroco. Y a su zaga irá, guardando distancias, fray Lorenzo Ferrari, exconde de Cumbre Hermosa y restaurador de la Iglesia a finales del XVIII.

Scala Coeli ha sobrevivido, como por milagro, superando las más oscuras vicisitudes, y en pie está, el “alcázar de la fe”, y de la identidad dominicana: oración, comunidad, estudio, predicación.


A. HUERGA, Escalaceli, Madrid, Fundación Universitaria Es­pañola, 1981

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