miércoles, 19 de febrero de 2025

San Álvaro y las Bienaventuranzas: ejemplo de vida


 



SAN ALVARO Y LAS BIENAVENTURAZAS: EJEMPLO DE VIDA



     Cuando escuchamos atentamente la Palabra de Dios, con mucha frecuencia trastoca nuestro sentido de valores. Es como si se nos dijera todo al revés. Es el caso del texto del evangelio de las Bienaventuranzas.

     Es uno de los textos más sublimes del Evangelio y de toda la literatura espiritual. Seguro que a todos nos vendrá muy bien su lectura y recordatorio.

      Lo primero que nos sorprende es el contraste entre el criterio de Jesús y el que la humanidad normalmente persigue. La vida del Reino de Dios es para los sencillos, los que tienen un espíritu desprendido, los que sufren, los que son misericordiosos, los que trabajan por la paz, e incluso todos los perseguidos porque buscan la justicia y por ser sus discípulos. Y los llama dichosos sabiendo muy bien lo que dice porque nos habla de su experiencia interior. Porque las Bienaventuranzas son su autobiografía. Él es el primer pobre, compasivo, pacificador, perseguido.

      Seguramente todos hemos escuchado muchas veces el evangelio de las Bienaventuranzas. ¿Hemos sentido algo nuevo? ¿No se nos ha removido nada en nuestro interior? ¿Para qué nos las ha propuesto Jesús?

      Pues mirad, fundamentalmente para tres cosas:

1. Como programa de vida.

2. Como camino de felicidad verdadera.

3. Y para que sean motivo de conversión.


     Por lo tanto ofrecen: Vida, felicidad y conversión a aquellas personas:

· libres del afán de poseer y dominar;

· A los humildes;

· A los dispuestos al sacrificio;

· A los que luchan por la justicia;

· A los que hacen misericordia;

· A los que transmiten paz;

· A los de corazón limpio;

     No es otra cosa que lo que vivió San Álvaro y lo que hoy estamos celebrando.

     Las Bienaventuranzas NO nos dicen que los pobres, los que lloran, los que trabajan por la paz, los perseguidos, sean dichosos. Todos estos sufren estas situaciones y pasan necesidades, lloran, trabajan con esfuerzo, se sienten oprimidos.

    Lo que SÍ nos dicen es que, sea cual sea su situación, aquel que busca al Señor de todo corazón y cumple sus preceptos, y los traduce en obras en su vida cotidiana, tiene a Dios de su lado y Dios le concederá el gozo de participar de su vida, consiguiendo así la felicidad verdadera. Pero en el fondo, nos cuesta conectar totalmente con el pensamiento de Jesús, y nos cuesta especialmente seguirlo asumiendo sus actitudes.

      Está claro que el modelo de felicidad que Jesús nos propone no es el modelo que el mundo nos ofrece. El mensaje de Jesús es que sólo serán auténticamente felices los que ponen toda su confianza en el Señor, y todo lo demás lo dejan en segundo término.

    El evangelio de la Bienaventuranzas nos está diciendo que nos preguntemos en quién confiamos realmente, o sobre qué valores organizamos nuestra vida y nuestro mundo.

     Y este es el camino y no hay otro. Camino que hay que ir avanzando con esfuerzo y mucha voluntad, salvando los obstáculos y quitando los tropiezos que nos impiden avanzar. Por eso las Bienaventuranzas son también una llamada a la conversión, al cambio personal, a la revisión de la propia vida.

     Os invito a leer nuevamente el evangelio de las Bienaventuranzas y, no estaría de más que, en un momento de reflexión –teniendo también a San Álvaro en nuestro pensamiento y recuerdo-, nos preguntáramos:

· ¿Dónde busco la felicidad?

· ¿Soy motivo de integración o de discordia en mi entorno?

· ¿Busco el bien de los demás o más bien el mío?

· ¿Cuáles son los objetivos prioritarios de mi vida?

· ¿En qué punto me hallo en el proceso que me propone Jesús?



P. Mariano del Prado, OP

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