El pasado fin de semana, del 29 de noviembre al 1 de diciembre tuvo lugar
en el Convento de Santo Domingo de Scala Coeli el Retiro de Adviento con el
título de "La fuerza del
deseo" por P. Francisco José Rodríguez Fassio, op.
Desde el viernes el padre exhortó sobre el tema fundamental de estos días
que a todos nos gusta pero que raramente afrontamos: LA FELICIDAD como una
necesidad natural y como Cristo vino a hacernos felices. Pero ser feliz en la
realidad, viviéndola con plenitud. Significa dar en cada momento lo mejor de mi
mismo con la esperanza de que lo que viene es mejor, sabiendo que siempre hay
cosas que cambiar y es urgente empezar a hacerlo ya para no desperdiciar la
vida.
Porque profundizamos poco y solemos confundir la felicidad con el placer,
la diversión, el bienestar. Aun cuando son necesarios, ser feliz ahora va más
allá, implica afrontar la propia muerte y la de los demás, no para amargarnos la
vida sino justo para lo contrario: aprender a morir para aprender a vivir una
vida que merezca la pena. Esa es la esperanza cristiana.
Nos habló del gran peligro que nos hace perderla: es lo que los ancestros
llamaban “acedia” o “acidia”, o lo que es lo mismo, una desgana desesperanzada,
la mediocridad aceptada, la tibieza, el ir tirando en la vida y pensar que eso
es la madurez. Un concepto peligroso porque la vida ya no ofrece ilusión, el
amor no motiva, y Dios ha dejado de ser el centro. El problema no es que nos
vayamos a morir, es que nos estamos ya matando porque estamos perdiendo el
interés por nosotros mismos.
Otro síntoma de la acidia es cuando “socializamos la vulgaridad”,
siguiendo modelos que no motivan ni suscitan las ganas de crecer.
Y como testimonio contrario, la Carta de San Pablo a los Filipenses
(3:7-14), la carta de la alegría a sus amigos en la que expresa el olvido por
lo que queda atrás y el estar en camino para alcanzar la meta.
Porque “haciendo me hago”. Somos caminantes y nos hacemos con nuestras
propias decisiones en cada momento. No se trata solo de intentar estar bien.
Citando a Julián Marías: “la felicidad es estar haciendo algo que llene de
vida” y es el amor el que da sentido. Y aquí es donde empieza la fe, en saber
que antes hemos sido alcanzados por Él, y que el Señor no te va a pedir resultados,
sino tus decisiones con independencia de tus límites.
En la tarde del sábado, el padre Rodriguez Fassio trató sobre la
Sapiencia, el saber desde la intimidad que es donde se comparten los proyectos.
Vivir en profundidad a la luz de Dios donde no nos sentimos solos y abandonados
por la vida, donde me trato como el me trata con libertad de espíritu y sin
esperar gustar a los demás, porque ¿qué sabe la gente de mi vida? ¡si no lo sé
ni yo mismo!El saber de Cristo, que es más que conocerlo, es adherirse a él,
convivir con él, saber que aunque mi proyecto sea intrascendente, forma parte
de su camino. Decía San Juan que su amor por mí es el amor real. Y si ya no
disfrutamos de esa experiencia, si no le dedicamos tiempo, es que no lo amamos.
El gran problema de hoy día es que desperdiciamos
su amor, no queremos abrirnos a la comunidad, a la oración, a la eucaristía. Y
también San Juan en su Evangelio nos lo muestra a través de dos personajes: la
Samaritana y Nicodemo. Y aquí surgen las dudas de si Jesús influye en toda tu
vida o es un elemento más. Para ello la fe no debemos darla por supuesta, hay
que pedirla todos los días. Por la oración nos sentimos acompañados, y el Señor
está cerca aunque no siempre se sienta porque no depende de la sensibilidad. Nos
cambia la perspectiva y nuestra vida, por tanto, ¿por qué me amargo la vida?,
¿vivo o sobrevivo?, como cristianos deberíamos sentirnos corredores y con ganas
de profundizar más. Dios nos dice: “entra en el juego”, ¡cambiaría tanto mi
vida!...
En la última charla en la mañana del
domingo, se reflexionó sobre dónde está Dios, dónde le dejamos estar. Él está
de oferta y nos ama a cada uno en particular.
Entre todo el lenguaje simbólico del
amor en la Biblia destaca el símbolo matrimonial, Dios como esposo del
pueblo de Israel, es la relación que se ofrece en el Cantar de los Cantares, al
que dedicó toda su obra San Juan de la Cruz. Al igual que el de Job, son dos
libros poco piadosos que a priori no deberían estar y sin embargo demuestran un
sentido humano y espiritual: la relación con Dios es una relación
interpersonal, de disfrute, pero también de crisis, de dificultades y
reconciliación.
También encontramos el símbolo de
la amistad, de la que Santo Tomás dice que es el amor de Dios y cómo buen
amigo busca el bien del otro, y se lo hace por afecto; produce una intimidad
creciente por el conocimiento especial de la persona; se disfruta junto a ella
de cosas sencillas, sin prisas y abiertos al otro.
En mi amistad con Dios me pongo ante
él sin censura. La amistad humana tiene sus más y sus menos, pero no tenemos
derecho a quedarnos ahí porque hay alguien que responde por nosotros. Él escogió
hacernos amigos suyosy en Cristo encontramos un ejemplo vivo de cómo siendo
simplemente humanos seremos divinamente divinos.
Como conclusión nos invitó en este
tiempo de preparación a la Navidad a no buscar al Dios ausente y desconocido, sino
que tengamos presente al Dios cercano.
Francisca Morales O.P.