Predicador
Con
data de 6 de agosto de los presentes, el Maestro de los frailes predicadores ha
dirigido a toda la familia dominicana un jugoso texto sobre la santidad de
Santo Domingo y su reflejo en la predicación hoy. Predicador de cuerpo entero, fray
Domingo no deja de ejercer de tal ni siquiera en las últimas semanas de su
vida, ya aquejado de la enfermedad que le llevaría al Padre. Una predicación
llena de afecto que se apoyaba en la humilde itinerancia, para alcanzar hondura
teológica en la misma humanidad del predicador, a imagen del Hijo, como sugiere
fray Bruno Cadoré; por eso su predicación tenía rasgos compasivos, humildes, sencillos
y amistosos, porque Domingo de Guzmán lo mismo se emocionaba de gratitud cuando
recibía un trozo de pan, que cuando su palabra cantaba la acción de gracias a
Dios por la grandeza de sus dones y amor.
El
fuste de la predicación de fray Domingo sabemos que se debe a su búsqueda del
rostro de Dios espoleado por el sufrimiento de sus contemporáneos, a la
fascinación que le provocaba la humanidad de Jesús de Nazaret, todo ello amasado
en los misterios de la misericordia y la verdad, convergentes en la libertad,
rasgos inequívocos de la espiritualidad dominicana. La misericordia nos
zambulle en el evangelio de Jesús para que nuestra relación con la Palabra no
se rompa nunca, pues de esta experiencia de gracia surge el amor por la verdad
de Jesús, verdad que, por demás, nos hará libres. Los hijos de Domingo de
Guzmán no sabemos hacer otra cosa que predicar la Palabra que salva, la que da
vida al mundo, hasta el punto que, según recuerda el Maestro de la Orden, la
predicación es nuestro modo privilegiado de santificación. ¡Bendita gracia!
Los
dominicos creemos que nuestra espiritualidad y predicación son útiles y
eficaces para la implantación del Reino en este momento de la historia; si en
su día a Nuestro Padre le dolía y no poco su tiempo, hoy haremos lo mismo si
nuestra predicación no se aparta ni un adarme del estilo, en fondo y forma, de
Santo Domingo: predicar la gracia, agradecer la vida, servir la Palabra desde
la compasión, verdad y misericordia.
Fr. Jesús Duque OP.