Comenzamos un nuevo año litúrgico con el primer domingo de adviento. Siempre resulta una aventura interesante comenzar, darnos y dar una nueva oportunidad a todas las cosas. Por encima de lo vivido, victorias y derrotas… ¡comenzamos de nuevo! Pero comenzamos con los pies en el suelo, en la tierra. En esta tierra imperfecta que Dios mismo tocó con su carne y humanidad. Nos asustan las crisis que no se terminan, en la economía y en la vida. Nos dan miedo los poderes del este mundo, tan arbitrarios y traicioneros. Nos hace temblar el futuro y a veces hasta el presente. Cerramos los ojos ante los graves problemas de nuestro mundo, esos que parecen no tener solución. Escuchamos estremecidos las voces que desde tantos lugares nos hablan de desastre, calamidad, degradación de lo humano. Miramos de reojo a un Dios que se nos llega a antojar juez y castigador…
Adviento es tiempo de esperanza. Pero si sacamos la radiografía de nuestra vida nos sale que estamos encorvados; que se nos dobló la espalda de mirar al suelo, que cargamos muchos pesos invisibles, que nos hemos hecho demasiado serviles ante la realidad injusta. Sí, estamos encorvados. Y hasta el corazón se nos queja. Y la mirada se nos ha vuelto muy corta. Y poca vista tenemos si no es para ver más que el suelo y sus desastres.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a “levantar la cabeza”, levantar el ánimo, el corazón, a mirar a Aquel que se pone a nuestro nivel y estatura. Viene Dios y nos mira cara a cara. ¿Seremos capaces de mantener fija en él nuestra mirada siquiera en estas cuatro semanas? ¡Ponte en pie, levanta la cabeza, vuelve a vivir, no tengas miedo; todo vuelve a empezar, creo para ti nuevas oportunidades, todo empieza de nuevo…!
Somos demasiado apocalípticos nosotros. En tiempo de Jesús, una corriente (incluido san Pablo) esperaba el fin inminente de la Historia, catastrofista además. Todo se aliaba contra el hombre para destruirlo. Y no ha cambiado mucho el panorama aunque hayan pasado los siglos: ¡cuántos intereses tiene el miedo! ¡Cuántos señores se sirven de él para hacerse poderosos! En muchos medios se sigue hablando del fin del mundo: ¿será el 2012? ¿Será la explosión de un gran meteorito? Tenemos una cierta atracción hacia el miedo, porque lo podemos controlar, porque nos da seguridades. No, dice Jesús: vosotros no tengáis miedo. De tanto mirar para abajo os habéis convertido en asustadizos, no tenéis horizonte. Vosotros nunca tengáis miedo, tened confianza, levantaos. Nunca creáis en un Dios al que se puede temer, no es el Dios de Jesucristo, el Padre Bueno que acoge y anima. No tengáis miedo, ni ahora, ni nunca, ni ante cualquier situación.
Domingo I de Adviento, ciclo C
Jeremías 33, 14-16
Salmo 24
1 Tesalonicenses 3, 12-4,2
Lucas 21, 25-28. 34-36
Salmo 24
1 Tesalonicenses 3, 12-4,2
Lucas 21, 25-28. 34-36