lunes, 25 de diciembre de 2017
domingo, 24 de diciembre de 2017
La mesa de la Palabra: Navidad: vivir y soñar
Navidad: vivir y soñar
La Navidad nos permite a todos soñar. Cierto que producimos
sueños de todos los colores y contenidos, incluso los menos fulgurantes. No solo
aludo al chillón color de nuestras iluminadas calles comerciales en estos días,
se refieran o no al evento de Belén, sino a los de la otra paleta, más
discreta, tierna y, sobre todo, humana, la que los de cerca y los de lejos
compartimos. Estos finales días de diciembre no anulan el programa de la vida
con su dulzura y dolor en dispar distribución.
La cristiana fe nos habilita para poner el
misterio del Dios de los hombres en el centro de nuestro corazón, tomando pie
en la parábola de poner la imagen del niño Jesús en el Belén de nuestras casas.
Esta luz discreta ilumina nuestra esperanza, porque vivimos por lo que esperamos
de su mano. Por eso es tan estimulante disfrutar, a lo navideño, de la grandeza
de lo pequeño (¿por qué será que los inmensos ojos de los niños son los que
mejor dibujan la incógnita de la noche de Belén?), vocear a pulmón lleno el
nombre de los anónimos, sentirse deslumbrado por el brillo de los
desprestigiados, escuchar la armonía del silencio de una noche que se gusta
mucho a sí misma porque su oscuridad está grávida de Dios, abrir la puerta de
nuestra casa/corazón a los descartados. Misterio de Dios que es eclosión de la
vida que el Padre de los cielos comparte con todos nosotros, sus hijos.
La exquisita discreción de la Navidad actualiza
nuestra memoria más cordial e incorpora a nuestra mesa y a la lumbre del corazón
a los que nos enseñaron con un abrazo, con una sonrisa, cuán cálido es el amor
de Dios que nos inmuniza frente a los fríos y olvidos en los que incurre a
veces nuestra convivencia. Que Navidad es volver siempre a la casa, como lo
hace el amigo, nuestro mejor amigo.
Fr. Jesús Duque OP.
viernes, 22 de diciembre de 2017
sábado, 16 de diciembre de 2017
La mesa de la Palabra: De mística tarea
De mística tarea
Entiendo que la duda es un necesario ingrediente
de la fe; ignoro si esta noche oscura (agradecida alusión a San Juan de la Cruz
a quien evocamos el pasado 14 de este mes) se acostumbra a convivir con la luz,
porque a los creyentes no nos queda más remedio que afrontar la existencia del
misterio en estas tareas nuestras de buscar el rostro de Dios. Los entendidos
en estos avatares religiosos establecen unas comparaciones que, si no se
matizan, suenan atrevidas.
Dicen que la reflexión bíblica y teológica es a la
narrativa o al ensayo lo que la mística es al lenguaje poético. En lo que tenga
de válido esta similitud, parece indicar que en el decir bíblico y teológico
prima la adhesión a un Credo, aceptación de un catecismo, mientras que en lenguaje
místico predomina la relación personal con Dios Padre y la oración. Orantes y
creyentes, Juan de la Cruz y Tomás de Aquino, Álvaro de Córdoba y Francisco de
Posadas, místicos y profetas.
Que siga el debate. Sin embargo, no hay que perder de vista que, entre
unos y otros está el que plantó su tienda, el Emmanuel, un puente para ser
transitado: es necesario constatar la unión del misterio de amor derramado y la
existencia de una humanidad caminante, con sed de plenitud. A este
Dios-con-nosotros no se le caen los anillos por embarrarse en nuestra condición
y en nuestro caminar, pero sí se le cae el corazón para que los humanos no le
hagamos perder el latido que, en el misterio de la luz, nos ofrece su Navidad,
que es caminar Dios y el hombre al mismo compás, porque la luz de la esperanza ya está
madura, y el corazón del hombre con levadura.
Fr. Jesús Duque OP.
sábado, 9 de diciembre de 2017
La mesa de la Palabra: Sobra fundamentalismo
Sobra fundamentalismo
El sentido común nos dice hoy que el sociólogo,
como cualquier gurú de la cotidianidad –influencer
se denomina alguno-, es un ignorante a la hora de razonar sobre la acción de
Dios en nuestra historia; la respetuosa ironía, por su parte, apunta a que Dios
no acude a la consulta del teólogo cuando se siente mal por no secundar sus sabios
planes los humanos. La actualidad, además, pone en nuestra pantalla la preocupación
generada por reconocer el presidente estadounidense la pretensión sionista de
que Jerusalén sea la capital del estado de Israel, obviando su ya largo status
de ciudad santa para las tres religiones monoteístas. Dinámica histórica,
acción de Dios e inestable equilibrio de nuestro mundo.
Nuestro tiempo dibuja así un paisaje pluriétnico,
pluricultural y plurirreligioso, como se viene reconociendo en no pocos foros,
que plantea nuevas formas de relaciones mutuas y que éstas, además, sean
abiertas y satisfactorias, donde el diálogo, la autocrítica y la colaboración
efectiva entre los pueblos, culturas y religiones del mundo sean algo más que
aseadas formas diplomáticas de coexistencia.
Mucho tenemos que cambiar en el seno de cada
religión para que las personas y los grupos, implicados por creencia en la
construcción de la paz en nuestro mundo, seamos icono reconocible de una
convivencia pacífica y acogedora entre los distintos credos. En esta tarea
sobran los fundamentalismos y las posturas ultramontanas que alimentan su seguridad
en el dogmatismo, pero que no es la mejor metodología de la concordia ni
fomenta recíproca sensibilidad, ni respeto a las diferencias existentes, ni
apertura a lo que en cada parcela religiosa hay de esperanza y salvación. El
Espíritu sabe mejor que nadie estimular nuestra vida y oración, y la comunidad
cristiana espera a un Dios que se hizo hombre para todos, los de dentro y los
de fuera. Bueno es secundar tan geniales iniciativas.
Fr. Jesús Duque OP.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)