lunes, 31 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (27)

 


"EL HOMBRE CREYÓ EN LA PALABRA DE JESUS"


    Iniciamos hoy la cuarta semana de Cuaresma con la profecía de Isaías, esperanzada y transmisora de esperanza.

    El pueblo de Israel había vivido un largo exilio y necesitaba el empuje de esas palabras proféticas, como las necesitamos también hoy nosotros en el mundo que nos ha tocado vivir: “mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No recordaréis el pasado, habrá gozo y alegría perpetua … voy a transformar a Jerusalén en alegría …”

    Las palabras y los hechos de Jesús son la razón de nuestra esperanza en nuestro día a día. En el Evangelio de hoy (Juan, 4, 43-54) Él mismo nos habla del rechazo de los suyos, hasta hacerle decir: “ningún profeta es amado en su tierra”. Pero sus hechos de salvación, sanación y liberación, su mismo Espíritu, nos siguen dando el impulso para tener fe y esperanza.

    El funcionario real del Evangelio fue a buscarlo. Su angustia era grande… su hijo se estaba muriendo, y, con el amor del padre que sufre sin poder hacer nada por el hijo, le pide: “Señor, baja antes de que se muera mi niño”. Y Jesús, con la mirada llena de amor y empatía, le dice: “Anda, tu hijo está curado”. Y él le CREYÓ. Creyó en la palabra de Jesús. Y a su hijo le cesó la fiebre en el mismo momento en que Jesús le dijo esas palabras. Y … CREYÓ él con toda su familia.

    Hoy podernos decirle a Jesús: “Señor, enséñanos a poner toda nuestra confianza en Ti, y no en nuestras fuerzas. Eres Tú y tu Espíritu en nosotros quien nos libera, nos sana, nos alienta para esperar contra toda desesperanza. Tú eres nuestro salvador y libertador, aunque frecuentemente sintamos el tirón de la negatividad y de la irreverencia. Tú eres nuestro libertador”.


Paqui López Icardo, OP

domingo, 30 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (26)


 

"PADRE MISERICORDIOSO"


    Del pasaje del Hijo Pródigo que este Domingo IV de Cuaresma tenemos en el Evangelio da la Eucaristía hay varias cosas que me resultan fascinantes.

    PRIMERA: No debería ser conocida como se la llama, el Hijo Pródigo, porque el foco de la parábola está en otro sitio: en el Padre misericordioso y en cómo trata a los dos hijos, al Menor, al pródigo y algo canalla, pero que se muestra al final como capaz de pedir perdón y de acoger ese perdón; y en cómo trata al Mayor, que se resiste a la compasión de tan centrado como está en sí mismo, en sus rencores y en su propia situación. Y a ambos desde la misericordia, el perdón y el amor y la ternura entrañable que siente un Padre por sus hijos.

    SEGUNDA: Al ser una parábola, y como tal arquetípica, tiene la capacidad de hacer que nos reconozcamos en las actitudes de los Hijos y, ojalá, también en la del Padre. Todos somos un poco Hijo Menor: nos escapamos, la liamos, somos injustos y egoístas, nos damos a la “mala vida”, caemos en tentaciones, buscamos superficialidades y placeres vacíos... y nos damos cuenta de lo estúpidos que hemos sido al vivir así cuando nuestra vida se seca y nos miramos al espejo pensando “cómo hemos llegado hasta aquí...”.

    Pero también nos reconocemos en el Hijo Mayor, rencorosos, con falta de compasión, más centrados en nosotros mismos, justicieros con quienes actúan mal y han causado daño por sus caprichos o desmanes, incapaces de perdonar o de creer que las personas pueden cambiar por más desalmados que hayan sido, centrados en nuestras propias necesidades, en el “y yo qué...”, algo que revela que en nuestro interior hay mucho que sanar también.

    TERCERO: Me impresiona que el Hijo Menor tiene que hacer su propio proceso de reconocerse miserable, de pedir perdón a su Padre y en un cierto grado también de perdonarse a sí mismo. Para acoger el perdón hay un movimiento interno psicológico de cada ser humano que necesita perdonarse a sí mismo, reconocerse en humildad como pecador. Aunque parezca una paradoja, para poder ser perdonado, necesita uno perdonarse a sí mismo. Desde luego reconocer el daño causado, pero también reconocerse dañado uno mismo por el propio pecado. Santo Tomás repite varias veces que el primero que sufre las consecuencias del pecado es el propio pecador, y de ahí nace también esa necesidad de autoperdón, en la comprensión que “cometemos” pecados, pero que nuestra identidad es otra que necesita ser restablecida, reparada, y eso pasa por el reconocimiento en humildad de los daños cometidos. El Hijo Menor hace todo un proceso de autoconocimiento que pasa por la humildad, por reconocerse, por aceptar lo hecho, y no quedarse ahí, sino querer retomar el camino de vuelta a casa.

    CUARTO: No termina de contarnos la parábola si el Hijo Mayores capaz de hacer su propio camino, si a cuenta de lo que el Padre le dice, hace su propio proceso de perdón -y autoperdón...- o se queda encerrado en sí mismo, en su autoindulgencia malsana de sentirse dañado, herido, ninguneado y excluido. Si se siente “menor” que su hermano, incapaz de perdonar, de creer que los pecadores pueden cambiar, dudando de la honestidad de quien quiere cambiar. Mirando al pecador solamente como el agresor que hace daño, incapaz de ver que no es el pecado el que identifica a las personas, y es que, aunque comentamos pecados todos, no es eso lo que nos define, sino la voluntad de cambiar. San Agustín recuerda que el santo no es el que nunca cae, sino el que siempre se levanta... y el Hijo Mayor, como tantas veces nosotros, no quiere o no sabe ver éso porque no ha hecho su propio proceso de humildad, de autoconocimiento y de sanación.

    QUINTO: La fascinante figura del Padre domina toda la parábola, mostrándonos Jesús cuál es el rostro y las manos de Dios, cómo es el Buen Padre Dios en su relación con sus hijos, nosotros los humanos, no dejándonos siquiera terminar de pedir perdón cuando Él, que conoce el interior del hombre y está más dentro de nosotros que nosotros mismos, cuando conoce nuestro arrepentimiento, nuestro dolor por lo cometido, ya está preparando fiesta y alegría por haber recuperado a un hijo que se había perdido en el camino. Ya está recordándonos nuestra verdadera dignidad e identidad hermosa y alta como Hijos de Dios -el anillo en la mano, la túnica limpia, las sandalias nuevas-, cuando ni nos deja reparar el daño pues para Él con el perdón es como si nada ya hubiera pasado. Ya está olvidado. La misericordia infinita de Dios, el perdón incondicional del Padre, el reconocimiento del arrepentimiento y la bondad profunda de lo más íntimo del corazón del hombre, de su más profunda realidad como creaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, nos hablan de nuestro Dios como el mejor Padre que puede existir, siempre dispuesto a acoger, a perdonar, a recuperar, dejándonos en la libertad de hacer nuestro propio camino, pero siempre con la puerta abierta para abrazarnos en su perdón.

    CODA: La Cuaresma es un tiempo extraordinario para hacer el camino de la conversión y ese pasa sin duda siempre por reconocernos en humildad y realismo como pecadores necesitados de perdón, así que me atrevo a animarles y animarnos a acercarnos al sacramento de la reconciliación: el Buen Padre Dios está siempre dispuestos a abrazarnos, perdonarnos y devolvernos la dignidad de nuestra identidad, la de Hijos amados del Padre.


Fr. Vicente Niño Orti, OP



sábado, 29 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (25)

 



TODO EL QUE SE ENALTECE SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO


    Para poder caminar en esta Cuaresma todos juntos en la fe y en la esperanza, el primer paso ha de ser la conversión personal y el reconocimiento de nuestros pecados.

    ¿Cómo hay que rogar a Dios? La respuesta la tenemos en la parábola del fariseo y el publicano, que no es comparación, sino un ejemplo doble que debemos imitar o evitar.

    Dos hombres suben a rezar al templo. Uno fariseo, lleva una vida exteriormente intachable. Practica las buenas obras y cumple escrupulosamente la ley. Pero se siente seguro de sí mismo. Se tiene por justo y desprecia a los demás.

    El publicano, en cambio, se siente perdido, se reconoce pecador, necesita perdón y lo pide con humildad.

    Los dos necesitan el perdón, pero Jesús declara que el pobre publicano vuelve justificado. Y es que la justificación personal es un don de Dios. Únicamente quien se reconoce pecador y la pide puede obtenerla de Dios.

    Con cuánta facilidad hoy también los hombres y mujeres nos comparamos con los demás y juzgamos por las apariencias. Nos creemos justos y mejores que nadie, porque hacemos cosas buenas y en el fondo nos rodeamos de autosuficiencia, convencidos de que, a lo más, necesitamos el perdón de ciertos fallos. Y no es así. Es toda nuestra vida, inmersa en un mundo de injusticia y desorden, la que debe ser salvada por Dios.

    El buen camino es empezar por reconocer la existencia del pecado en nuestra vida y luego pedir humildemente a Dios que nos libre de él.

    Que la Esperanza que no defrauda, mensaje central del Jubileo, sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual.


Montserrat Palet, OP

viernes, 28 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (24)

 


“¿QUÉ MANDAMIENTO ES EL PRIMERO DE TODOS?”


    ¿Qué respuesta esperamos de Jesús?

    Estamos en el Jubileo de la Esperanza, en medio del tiempo de Cuaresma. Es un tiempo donde corremos el riesgo de vivir de esfuerzos, lágrimas, sacrificios, y convertir a Jesús en nuestro discípulo.

    Como en este texto el escriba, ante la respuesta de Jesús, le afirma: “muy bien, Maestro, sin duda tienes razón”, como si Dios no la tuviera.

    ¿Realmente esperamos que Dios nos dé respuesta o ya las tenemos de antemano? Pienso, a través de este texto, que no es fácil acoger la virtud de la Esperanza, y dejarnos corregir o que se adelante a nuestros criterios.

    Por eso, en la foto, me importa expresar que el camino que nos toca recorrer a veces está en pendiente. ¿Es viable ese Amor sobre todas las cosas, en subida? En el mundo en el que vivimos, muchos sí lo transitan cuesta arriba, pero otros tenemos mucho terreno allanado.

    Doy gracias a Dios de que los acontecimientos presentes en mi comunidad y en mi propia vida se van poniendo cuesta arriba, para no ser arrogante y creer que tengo todas las respuestas.

    Espero que el Amor a Dios sobre todas las cosas pueda ir creciendo en mis hermanas y también en mí, para no acabar buscándole entre los muertos, sino en los vivos, aquellos que van conmigo en esta vida por las calles, las plazas, los claustros… y todas las personas que Dios pone en el camino.

    “No estás lejos del Reino de Dios”.

    En el camino de la Cuaresma, Jesús nos muestra que es posible acercarnos a ese Reino, no nos resultará fácil.  Pero el camino está abierto, Él nos lo ha abierto, con su obediencia al Padre y con su Amor total hacia Él.

    Esta actitud de Jesús y de su Amor al Padre nos empuja a abrirnos a pedirle a Dios la virtud de la Esperanza para lograr amarle a Él por encima de todo, pese a encontrarnos en un camino cuesta arriba. No estamos solos, Él lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.


Dominicas de Vitoria

jueves, 27 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (23)



“EL QUE NO ESTÁ CONMIGO, ESTÁ CONTRA MÍ; Y EL QUE NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA”.


    Jesús afirma y deja claro que ante Él, nadie puede permanecer neutral o indiferente. Sólo está la opción de seguirle con radicalidad, o simplemente no aceptarle. O estás con Él o contra Él. Aquí no hay medias tintas, no hay término medio en tu seguimiento de Jesús. Jesús no enseña teorías. No se limita a transmitir un elenco de doctrinas o una constitución, un código de leyes o mera jurisprudencia.

    En el discipulado cristiano, el maestro va delante y los discípulos le siguen, y les exige confianza, abandono, entrega y cambio de vida, para ir transformando su forma de pensar y de reaccionar, para así poder asumir y vivir la escala de valores de su maestro. Un discípulo no puede, pues, permanecer pasivo, en la indiferencia e inacción. Y no se trata sólo de dar una respuesta piadosa o cultual, o aprender doctrinas y practicar devociones.

    Seguir a Jesús tiene implicaciones existenciales: es lo constitutivo de tu ser cristiano y la esencia misma de tu vida, y tiene una incidencia profunda en tu forma de vivir, que te hace abandonar la lógica del mundo y abrazar la lógica del Reino y del Evangelio. Es asumir el estilo de vida de Jesús y optar por los valores que Él vivió. Implica compromiso, decisión y acción. ¿Estás realmente con Cristo en tu vida diaria, trabajando para el Reino?

    Y es que llama la atención que Jesús tenía y sigue teniendo más admiradores que seguidores comprometidos. Es más fácil alabarlo que comprometerse más allá del culto externo, viviendo realmente comprometidos, como Jesús, por la causa del Reino, hasta dar la vida en entrega radical a los más débiles y excluidos.

    El Reino de Dios es la vida tal y como la quiere construir Dios Padre. Y para Jesús, la instauración del Reino es la columna vertebral de su ministerio, el corazón de su mensaje y la pasión que alienta toda su vida, por la que fue crucificado.

    La misión de la Iglesia es la de Jesús. Todo discípulo suyo, tú y yo y los demás, hemos recibido en nuestro bautismo la misión de colaborar con Él en su proyecto de instaurar el Reino de Dios. No es una opción política, un sistema económico o una organización social.

    La vocación de la Iglesia es estar en el corazón del mundo, anunciando la Buena Noticia del amor de Dios a los pobres, la libertad a los esclavizados y la alegría de la resurrección de Jesús a los tristes.

    Nuestra misión, como la de Jesús, es acercar a las personas a la experiencia del amor de Dios Padre, que transforma la vida y nos capacita para amar y para construir, juntos, una sociedad más humana y fraterna.

    La coherencia entre mensaje-vida, fe-obras, es necesario, para garantizar la credibilidad de nuestro anuncio, de nuestra misma vida cristiana.

    Y el cristiano será cristiano y la Iglesia será la Iglesia de Cristo en la medida en que prolongue su entrega comprometida en este mundo, haciendo que el hombre sea más auténticamente hombre y la vida más auténticamente vida.

Pablo Olmedo, CMF

miércoles, 26 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (22)

 



"NO HE VENIDO A ABOLIR SINO A DAR PLENITUD … QUIEN LOS CUMPLA Y ENSEÑE SERÁ GRANDE EN EL REINO DE LOS CIELOS"


    El Señor había liberado a su pueblo de la esclavitud, como nos relata el Éxodo, pero en ese camino hacia la Tierra Prometida, el pueblo no se fia de Yahvé, el Dios que “había oído el clamor de su pueblo” (Ex 3,7).

    Tras caminar por el desierto perece toda una generación, Su falta de fe en la palabra y promesas de Yahvé provocó su ira y les maldijo con los años de peregrinaje por el desierto a esa generación incrédula, que no pisaría la Tierra Prometida.

    Es a la nueva generación a los que Moisés les pide que escuchen y observen la Ley para poder entrar con esperanza en la “tierra que mana leche y miel” (Ex 3,8)

    Y es que la Ley dada por Dios y entregada a Moisés en el Sinaí para que la conservasen y viviesen como pueblo suyo… “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Lv 26,12), pueblo de la Alianza. Ahora el pueblo de Israel tiene que habitar entre las naciones como luz y esperanza, como presencia de Dios en sus relaciones y formas de vida.

    Moisés pronuncia su última voluntad y testamento, rogando a los israelitas que no olviden quiénes son y lo que Dios ha hecho por ellos, que no olviden su historia… “son el pueblo de la esperanza” y con ella deben caminar.

    En el Evangelio Jesús insiste y subraya que “no he venido a abolir a Ley o los profetas, sino a darles la plenitud. Y quien lo cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos” (Mt 5,17). Y Jesús es más que Moisés y los profetas, incluso más que la Ley. No olvidemos que preguntado Jesús por un doctor de la Ley cual era el mandamiento principal, responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente... El segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos mandamientos sostienen la Ley y los Profetas” (Mt 26,37-40).

    Y así Jesús expresa claramente que, la grandeza de su Reino, se basa en la obediencia; Él mismo se entregó por todos a la muerte para redimirnos, por obediencia al Padre.

    Escuchemos y vivamos, sin abolir nada, sino viviendo la Ley con amor y un día seremos llamados a tomar posesión del Reino de los cielos. Vivamos con esperanza y amor este camino cuaresmal.


Fr. Carmelo Preciado, OP

martes, 25 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (21)

 



"NO TEMAS, MARÍA, PORQUE HAS ENCONTRADO GRACIA ANTE DIOS"


    Ante las palabras del mensajero de Dios, María se sobrecoge, se sorprende. Es el arcángel San Gabriel quien le dice: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”.

    “No temáis” son las palabras que dirá Jesús Resucitado cuando se aparece a sus discípulos y a sus amigos. Es comprensible, ante la grandeza de la presencia del Señor, sentir temor. Porque vemos en nuestra vida un gran amor de todo un Dios que se hace uno con nosotros para salvarnos y redimirnos del pecado, para darnos la Vida verdadera. Y ese amor tan grande y desbordante, cuesta comprenderlo. Ante esta presencia del Señor, nuestra vida se llena de esperanza, porque tenemos la certeza de Su amor.

    En María vemos cómo el Señor no la dejó en la duda o en el desconcierto. A la manera de Dios, el arcángel se lo explicó: “Has encontrado gracia ante Dios”. Y este es el motivo para no tener miedo, porque lo que Dios anuncia siempre es vida.

    También nosotros hemos encontrado gracia ante Dios. Cristo ha dado su vida por ti y por mí, y en cada Eucaristía vuelve a entregarse para que encontremos gracia ante Dios. Nuestra esperanza está en Cristo, que lo ha dado todo para que ya no seamos esclavos, sino libres, y podamos ser felices.

    Donde hay amor no hay temor. En Cristo solo encontrarás amor, y un amor gratuito. Él te lo da todo y no te exige nada a cambio. Lo único que quiere de ti es que le acojas en tu vida y juntos caminéis. Porque, igual que hizo obras grandes en María, ahora quiere hacerlas contigo. Cree y confía en su Palabra. Hoy te dice a ti: No temas, en mí está la Vida. Yo doy mi vida por ti. Ahora, tú vive por mí.


Sor Leticia O.P.

lunes, 24 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (20)


 
CREER A DIOS EN LOS DESIGNIOS QUE ENVIA


    ¡Qué fácil nos resulta entender que hay que realizar grandes hazañas para poder alcanzar una meta difícil! En realidad hay metas difíciles que no requieren de caminos tortuosos, sino de tres aspectos fundamentales: escucha, confianza y esperanza.

    Cuando se nos presenta un camino fácil ante una situación que creemos insalvable, pensamos que algo no va bien, que hay truco, que nos están engañando, por eso es importante que seamos capaces de escuchar, de poner atención a lo que nos están proponiendo, que no nos rindamos antes de tiempo y mucho menos porque creemos que eso no va a llevarnos a la solución.

    Tras esta escucha activa, donde puede haber preguntas, consultar posibilidades, decir opiniones, llega el momento de la confianza, si no confiamos en las personas que nos están dando posibles caminos de solución, de poco va a servir que nos den la mejor.

    Ahora nos toca poner de nuestra parte y tener esperanza, puede salir mal, puede llevarnos a otro lugar, pero hay que partir del pensamiento de que podemos llegar y eso empieza teniendo esperanza, y poner en práctica lo que nos han sugerido, el resultado final, puede que no sea el deseado, pero siempre nos llevará a alguna enseñanza que nos servirá.

    Para creer a Dios, en los designios que envía, primero debemos estar a la escucha, con la atención puesta en lo que vivimos, lo que nos rodea, no debemos esperar grandes luminosos, un whatsapp o un email, es bastante probable que perdamos el tiempo, o no. Lo cotidiano suele ser uno de los medios de comunicación que Dios utiliza, las personas que van con nosotros de camino, los acontecimientos que ocurren cada día, aunque también en algo que haga que se nos tambalee “el suelo”, Dios puede hablarnos.

    Como hemos dicho antes, si hemos escuchado, lo siguiente es confiar en que eso es lo que nos conviene, lo que nos puede ayudar, es Dios quien se está manifestando a través de ese acontecimiento, de esa persona, de esa reflexión…

    Por último no debemos dejar caer en saco roto el mensaje recibido y ponernos manos a la obra, a veces no hace falta hacer nada, sólo seguir escuchando, nuestro silencio y nuestra paciencia suelen ser tan poco habituales que cuando es lo que nos piden nos cuesta mucho más que realizar grandes proezas.


Hna. Macu Becerra, DMSF

domingo, 23 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (19)



"CONVERTÍOS”

    En este tercer domingo de Cuaresma, las lecturas inciden sobre una idea: la necesidad de convertirnos que todos tenemos. La conversión es una exigencia que a los cristianos se nos recuerda continuamente, pues es imposible vivir la fe desde el estancamiento, la rutina, siempre igual; así se lo dice san Pablo a los corintios.

    Sin embargo, esta convicción también nos puede llegar a causar frustración muchas veces,pues lo intentamos, una y otra vez, y parece que siempre sin los resultados deseados.

    Quizá el problema está en lo que entendemos por conversión. Si yo pretendo transformarlo todo para llegar a ser alguien completamente distinto a quién soy y, además, trato de hacerlo solo por mis propias fuerzas y capacidades, lo más probable es que me esté condenando al fracaso. La conversión que Dios quiere no puede consistir en que yo sea una persona diferente a la que soy, pues Él es quien me ha hecho así, Dios me ha creado tal y como quería que yo fuese… entonces ¿y si resulta que convertirme, lo que quiere decir en realidad, es que sea yo mismo en verdad, auténticamente yo, tal y como el Señor me ha soñado desde toda la eternidad? En ese caso, todo sería diferente, pues la tarea consistiría, principalmente, en liberarme de todo lo que no corresponde a mi ser, sanar las heridas y rescatar toda la belleza y el valor que Dios ha puesto en mí; igual que Moisés fue enviado a liberar al pueblo de Egipto. Una labor para la que es imprescindible dejarme guiar por el que mejor me conoce y me “sabe”, permitir a Dios que me haga alguien auténtico, dejarme “ser” tal y como Él me ve: con confianza y misericordia infinitas.

    Junto a esta hermosa posibilidad, las lecturas nos reiteran la tremenda paciencia que nuestro “papá y mamá” del Cielo tiene con nosotros, una tan inmensa que únicamente puede proceder de quien te ama sin límite ni condiciones.

    Dios no castiga nuestros errores, ni a los Galileos de Pilatos, ni a los sepultados por la torre de Siloé ni a nadie… si así fuera, ¡estábamos todos apañados! Por el contrario, como a la higuera de la parábola, el modo divino de actuar es esperar, una y otra vez, confiando en nosotros, creyendo en ti, dándonos siempre una nueva oportunidad y ofreciéndonos los cuidados y condiciones que necesitamos para crecer, ser libres, auténticos y felices. ¡Descúbrelos a tu alrededor, disfrútalos, aprovéchalos!


Fr. Félix Hernández Mariano, OP

sábado, 22 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (18)


 

“EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO”


    La Liturgia de este día nos muestra la identidad del Padre: El Señor es compasivo y misericordioso. Nuestro Dios se complace en la misericordia, nos colma de gracia y de ternura, así nos lo ha dicho el Profeta Miqueas y el salmista y así nos lo revela Jesús en esta bellísima parábola que debería titularse “El Padre Misericordioso”.

    Dice San Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo Único del Padre, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer (Jn 1,18). En esta parábola, el protagonista principal es el Padre. Jesús quiere mostrar a sus contemporáneos (publicanos, pecadores, fariseos, escribas…) así como a nosotros, el corazón del Padre. Es una pena que siempre carguemos las tintas en los hijos, sobretodo en el menor, cuando lo que realmente quiere enseñarnos Jesús es cómo es el Padre, cómo nos ama y el gozo de sabernos hijos queridos.

    Los dos hijos viven lejos del Padre, fuera de casa; uno porque se fue, otro porque no quiere entrar. Ninguno de los dos se siente hijo sino esclavos al servicio de un amo: “no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros…. En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya…”. Jesús quiere que experimentemos el gozo y la libertad de ser hijos de Dios. Jesús vive al Padre como la fuente de su alegría, la alegría de la afiliación, de sentirse querido y envuelto por su ternura, la alegría del “derroche” de un Padre que nos hace partícipes de todo lo que es y tiene.

    Hace muchos años escuché en una predicación que la vida espiritual consiste en un continuo “volver a casa”. Y padre Moratiel escribe que -un proverbio africano dice: “la mayor desgracia es no conocer al dueño de la casa”… Cuando no conocemos al dueño de la casa se adueña de nosotros el egoísmo, la agresividad, la violencia, la ira… nos ciega la ambición, la codicia… No conocer al dueño de la casa, es vivir desconociendo la libertad, la tolerancia… Toda andadura en nuestra vida espiritual es para entrar en comunión con el dueño de nuestro corazón que no esclaviza, ni violenta, que es todo amor, paz, confianza. ( La alcoba del silencio, Cap 5 pags 27 y 28)

    Por eso quiero compartir con vosotros esta pintura de Fray Guillermo Butler OP. La primera vez que vi esta pintura fue en unos ejercicios dirigidos por nuestro querido hermano Fray Félix OP. En cada predicación nos mostraba una pintura y nos invitaba a contemplarla y dejar que ella nos “hablara al corazón”, después él nos daba una catequesis-meditación sobre la pintura. En cuanto vi el cuadro, lo que me vino es ese “volver a casa”.


Sor Mª Montserrat de la Cruz OP

viernes, 21 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (17)

 


"POR ESO OS DIGO QUE SE OS QUITARA A VOSOTROS EL REINO DE IDOS Y SE DARA A UN PUEBLO QUE PRODUZCA FRUTOS"


    ¡Cuántas veces creyéndonos inocentes podemos ser como uno de esos labradores de los que habla el evangelio! ¡Cuántas veces vivimos echando y expulsando de nuestra vida a Jesucristo o a los demás!

       Cuando vivimos pensando sólo en nosotros mismos olvidándonos de los otros;

       cuando somos ajenos al dolor de los últimos, de los más pobres, de los más desfavorecidos;

       cuando vivimos sin tener en cuenta los bienes de la tierra, derrochando o despilfarrando;

       cuando no hacemos nada por cambiar el mundo o callamos ante las injusticias;

       cuando no nos abrimos a la conversión a la que nos llama el evangelio;

       cuando no obramos con misericordia;

       cuando…


    Hoy, el Señor, podría decirnos también a nosotros lo mismo que dijo a los sumos sacerdotes: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca los frutos”.


    Necesitamos personas con las manos llenas de amor para que lo extiendan por el mundo;

     personas que busquen la comunión en medio de una sociedad dividida;

     personas que quieran, busquen y trabajen por la paz en una realidad empañada por las guerras y las situaciones de violencia;

     personas que, junto a papa Francisco, clamen por la condonación de la deuda a los países empobrecidos y por la creación de un fondo por eliminar el hambre en el mundo reduciendo el dinero dedicado a las armas;

      personas que sepan cuidar de nuestro planeta porque no se dejen llevar por las necesidades que desde esta sociedad de consumo se nos quieren imponer;

     personas que no se cierren en sus ideologías y sepan abrirse a los otros para caminar juntos y construir así una sociedad en la que todos tengan un sitio;

     personas que sepan acoger y ofrecer posibilidades a las personas que tienen que emigrar buscando la posibilidad de un futuro o de una vida digna;

     personas que valoren a los demás por lo que son, hijos e hijas de Dios, y no porque sean o dejen de ser útiles para ellas;

     personas que vivan el espíritu de las bienaventuranzas haciéndolas vida en su propia vida.


    Hoy, el evangelio, nos invita a vivir como vivió Jesucristo, entregando nuestra vida en la cotidianidad para que todos tengan vida y la tengan en abundancia. Hoy a todos se nos invita a ser sembradores para que los frutos del Reino de Dios se extiendan por toda la tierra.


Fr. Javier Aguilera, OP


jueves, 20 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (16)

 

"RECUERDA QUE RECIBISTE TUS BIENES EN VIDA, Y LAZARO, A SU VEZ, MALES: POR ESO AHORA ES CONSOLADO"


    La Cuaresma es un tiempo de conversión y reflexión sincera sobre nuestra vida y las actitudes y comportamientos que tenemos en lo cotidiano.

    El Evangelio de Lázaro (Lc 16,19-31) nos exhorta a una sincera conversión. Jesús en este texto nos muestra a dos personajes principales: un hombre rico y un pobre llamado Lázaro. El rico vivía en la opulencia, mientras que Lázaro, cubierto de llagas, yacía a su puerta, deseando comer las migajas que caían de la mesa del rico. Al morir, Lázaro fue llevado al seno de Abraham, mientras que el rico fue condenado al tormento.

    Esta parábola nos enseña que el otro es siempre un don, aunque no siempre lo sepamos o queramos valorar. Lázaro, aunque invisible para el rico, es el querido y preferidode Dios. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor y la dignidad que toda persona tiene. El pobre en la puerta del rico no puede ser vivido como una carga molesta, sino como una llamada a convertirnos y a cambiar de vida. Una llamada a poner nuestra mirada en el otro, en aquel que espera de nosotros acogida y reconocimiento.

    La Cuaresma nos invita a salir de nuestro encierro, a no quedarnos en nuestras comodidades, a buscar la justicia y el bien común, a no ser indiferentes al sufrimiento de tantos Lázaros que se cruzan en nuestro camino. Aprovechemos este tiempo para reavivar nuestra relación con Dios y con los demás, para abrirnos en el silencio a la oración e ir al encuentro del hermano.

    La parábola de Lázaro y el rico Epulón nos llama a una profunda reflexión sobre nuestras acciones y la manera en que tratamos a los demás.

    La Cuaresma nos invita a redescubrir el don de la Palabra de Dios, y a reconocer a Cristo presente en nuestros hermanos. Que este tiempo sea una oportunidad para cambiar y dejarnos tocar por el dolor de aquellos que viven en situación de exclusión, desigualdad, pobreza o soledad y abandono y actuemos realizando un verdadero camino de conversión, tendiendo una mano amiga a aquel que espera de nosotros respuesta y que con su presencia nos recuerda la dignidad de cada persona. Esforcémonos en valorar a los demás por quienes son y no por lo que tienen.Caminemos con ese espíritu en esta Cuaresma y mantengamos encendida la llama de la esperanza.

Carmen Calama, OP

miércoles, 19 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (15)

 


"JOSÉ SE DESPERTÓ, HIZO LO QUE LE HABIA MANDADO EL ANGEL DEL SEÑOR"


    Hoy, día de san José, patrono de la Iglesia Universal, pidamos por el Papa Francisco y por la pronta recuperación de su enfermedad. El que tanta devoción tiene al santo Patriarca y al que dedicó una carta apostólica: Patris Corde. En esta carta me voy a fundamentar para mi comentario de la frase del evangelio:

    “José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”

    San José fue un humilde carpintero, desposado con María. Hombre justo siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley y a través de los cuatros sueños que tuvo.

    A san José, Dios le reveló sus designios a través de sueños, que en la Biblia, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad.

    José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María; no quería denunciarla públicamente, pero decidió romper su compromiso en secreto.

    En el primer sueño el ángel le ayudó a resolver su grave dilema: “No temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de los pecados”. Su respuesta fue inmediata: Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado”. Con la obediencia superó su drama y salvó a María.

    San José en cada circunstancia de su vida supo decir sí a la voluntad de Dios.

    San José en su papel de cabeza de familia enseñó a Jesús a ser sumiso a sus padres, según el mandamiento de Dios.

    En la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre. Dicha voluntad se transformó en su alimento diario.

    Aprendamos también nosotros a hacer de la voluntad de Dios nuestro alimento cotidiano.

    Termino con la oración que nos propone el Papa Francisco al final de la Carta Apostólica Patris Corde:



Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.



Oh, bienaventurado José,

muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. Amén



Sor Juana Rama, OP





martes, 18 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (14)



"EL QUE SE ENALTECE SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO"


    En nuestro camino de esperanza, llevamos hoy catorce días en este ir hacia la Pascua, escuchamos un discurso de enorme violencia, pero muy clarificador; con él, Jesús anuncia la novedad del estilo de vida de quienes quieren ser sus discípulos, un estilo “a contracorriente” con respecto a la mentalidad más difundida, y con ello rompe definitivamente con los judíos que, de hecho, dirigen la vida religiosa; denuncia su hipocresía, su formalismo, su dureza de corazón, les hace ver que son los herederos de los asesinos de los profetas.

    En su tiempo, al igual que hoy, era común hacer discursos moralistas y luego no vivir con coherencia, sino más bien buscar para uno mismo puestos de prestigio social, modos de destacar y de servirse de los demás para conseguir ventajas personales. Jesús les pide a los suyos una lógica completamente distinta en las relaciones con los demás; la que Él mismo vivió.

    Nos hace ver a los discípulos que quien se enaltece se humilla y quien se humilla se enaltece. Es un pensamiento clave para entender a Jesús. Nos avisa del error de querer sobresalir por encima de los demás. Y Jesús propone un cambio de valores. Es humillarse, que consiste en servir a los demás para que tengan vida. Es una inversión de conceptos, un gesto de creatividad y de entrega personal. El evangelio nos muestra que, al querer ser poderoso, el hombre se destruye, sólo quien se hace pequeño se eleva. Dios no actúa de manera imprevisible sino desde la acción amorosa.

    Dicho de otra manera: Jesús nos enseñó sólo dos cosas, que son una: a ser hijos de un solo Padre y a ser hermanos los unos de los otros. Nos llama a una fraternidad universal.

    Esta es la novedad que Jesús nos entrega: amar a todos como hizo él, porque todos somos hijos de Dios, amados y esperados por Él desde siempre.

    Así descubrimos que el hermano al que hay que amar concretamente es cada una de las personas que se cruzan con nosotros cada día. Es mi padre, mi suegra, mi cuñado, mi hijo pequeño o ese más rebelde; el preso, el mendigo, el discapacitado; el jefe y la persona de la limpieza; el compañero de partido y quien tiene ideas políticas distintas de las mías; el que es de mi credo y cultura y también el extranjero.

    La actitud propiamente cristiana para amar al hermano es servirle.


Juan Miguel Martínez Molero, CMF


lunes, 17 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (13)

 


“SED MISERICORDIOSOS COMO VUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO”

    Trece días han transcurrido desde que iniciamos en fe y esperanza nuestro camino cuaresmal, avanzamos hacia la conversión del corazón, hacia el reconocimiento pleno del Señorío de Dios en nuestras vidas, a celebrar la Pascua con el alma y la conciencia orientadas a nuestro Redentor.

    Hoy Jesús nos invita a ser misericordiosos como lo es nuestro Padre, como si nos dijese que la misericordia divina está al alcance de nuestras fuerzas, que más que una manera de acercarnos y acompañar a otros, es una gracia que nos ha sido dada y que debemos ponerla en práctica.

    Sin dejar de entender que la misericordia hace referencia a la relación asimétrica que existe entre Dios y la  humanidad; pues ella evidencia el Amor sin medida de Dios frente al rechazo de quienes nos perdemos en la búsqueda de nosotros mismos; hay en esta interacción una grandeza divina que se nos comunica, en lo accesible de Dios se nos da la oportunidad de reconocer nuestra condición de hijos de Dios y nuestra necesidad de ser para lo que fuimos creados.

    Nuestro Dios misericordioso en su afán de rescatarnos del pecado se hace vulnerable para acoger nuestras flaquezas, para curar nuestras heridas, se abaja a nuestro suelo para ser uno con nosotros y acompañarnos en nuestras dudas, camina a nuestro lado, es el compañero fiel y silencioso que siempre nos espera, que se manifiesta fiable, estable, seguro.

    La misericordia, por tanto, nos habla de cómo es Dios con sus criaturas y cómo nos sueña siendo una familia humana, compartiendo en humildad nuestras vidas, aprendiendo y enseñando en verdad, dejando atrás las apariencias, rompiendo las cadenas que frenan la fidelidad y la coherencia, teniendo como referencia la manera de Amar de Dios, para hacernos conscientes de que lo bueno, lo bello, lo santo, lo perfecto proviene de Él y lo comparte con nosotros.

    Porque somos obra de sus manos, imagen y semejanza de Dios, impregnados de su misericordia, de ahí que, la invitación de Jesús a que seamos misericordiosos como nuestro Padre del Cielo, sea una llamada a vivir en comunión con nuestro ser, a no desvirtuar todo aquello que hemos recibido por pura Gracia y Amor, a que estemos conectados con nuestra raíz, a que actuemos en conformidad con nuestra condición de hijos de Dios, a que no olvidemos que aunque somos barro también somos templo del Espíritu Santo y obra redimida, llamada a testimoniar un Amor que puede más que nuestros pecados.


Hna. Natalia Abata Minda, DSS

domingo, 16 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (12)

 


EL PODER TRANSFIGURADOR DE LA ORACION

    En este camino hacia la Resurrección del Señor, hoy nos encontramos con el "poder" de la oración. La montaña es un intento de los hombres por acercarse a Dios. Y allí el aspecto de Jesús cambia. La oración transfigura a Jesús.

    Todos los cristianos, en un mundo tan ajetreado como el nuestro, necesitamos un alto en este primer escalón. Es necesario detenerse, pararse. Es necesario hacer silencio, vivir el silencio. Mucho es el ruido que hay a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos. ¡Cuántas voces nos llegan de fuera y de dentro! Es necesario, para conseguir el propio conocimiento, buscar un lugar para el silencio, un tiempo para escuchar a Dios que habla en el silencio de nuestra alma. El silencio del alma es el lugar propio para encontrar a Dios. El lugar quieto del que habla San Juan de Ávila en su “Audi filia”.

    Y para hacer una verdadera oración podemos seguir al Padre Maestro Ávila, el cual describe cuatro pasos: 1º) Es necesario centrarse en lo que vamos a hacer. El Padre Maestro dice que una buena manera de hacer esto es leer “un libro de buena doctrina”. El libro sirve para poder recogernos y así poder escuchar mejor la voz de Dios que habla a nuestro corazón mediante lo que estamos leyendo. Esto quiere decir que el objeto directo no es la lectura del libro ni leer mucho en poco tiempo, el objeto es escuchar a Dios en el silencio del alma. 2º) Cuando el corazón ya está recogido y centrado en Dios, podemos empezar nuestro propio conocimiento, dice San Juan. 3º) A continuación debemos rezar nuestras devociones. Estas oraciones no solo son para pedir cosas personales al Señor, también son para sentirse en comunión con toda la Iglesia cristiana. 4º) Finalmente, dice el Maestro Ávila, hay que dejar de decir palabras y meternos en los más profundo de nuestro corazón y ser conscientes de que estamos delante de la presencia de Dios. Solos El y cada uno de nosotros.

    En conclusión, la oración es el medio más eficaz para transfigurar nuestro mundo, pero los cambios empiezan por uno mismo, pequeños detalles nacidos de la presencia de Dios, que rompen egoísmos y nos abren a la solidaridad y la paz. Los cristianos podemos transfigurar nuestro entorno con la oración, ese es su poder, ese es el poder de nuestro Dios.



Fr. Benito Medina Carpintero, OP

sábado, 15 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (11)

 

¿POR QUÉ DEBEMOS AMAR A NUESTROS ENEMIGOS?

    Una de las cosas que difieren del cristianismo de las demás religiones y otras formas de vida es el “Amor”, un amor universal, es decir, que llega a todos, hasta los enemigos. En este sentido, no hay otra forma de ser cristiano que no es amando. Este amor es el que hace que el cristiano sea especial, es decir, que no sea uno más del montón, sino alguien propio que sobresale y brilla por este instintivo, “Amor”.

    Pero, ¿es posible amar al enemigo? ¿Por qué debo amar al enemigo? Hay una razón clara y sencilla, y es que, conviene que un hijo aprenda de su padre, imite a su padre, que parezca a su padre, aunque no tanto en lo físico, sino más bien en el talante, es decir, en la forma de ser. Cuando el hijo se comporta como su padre, cuando hace las mismas cosas que su padre es cuando se parece más y se identifica con él.

    Ahora bien, si el cristiano es hijo de Dios y Dios es Amor, es decir, lo que hace que Dios sea el Dios Cristiano es el Amor, luego el cristiano también está llamado a amar, para identificarse como hijo de Dios, para ser hijo de Dios. La única manera que puede parecerse a su Padre Dios es efectivamente amando. Por lo tanto, el cristiano ama para dar sentido de su vida cristiana, de su forma de ser y es lo que le hace diferente del resto como hemos dicho anteriormente. Por eso, ese amor no cabe en sentidos humanos, en lógicas humanas, porque la lógica humana no entiende de amar al enemigo, a los que nos odien o nos persiguen, de hacer el bien a los que nos son indiferentes. Para la lógica humana es cobardía, pero para la lógica de Dios, es la forma ideal de vivir, es la que garantiza la esperanza de ser perfectos, en definitiva ser felices.

    Por eso en este tiempo de gracia, la Cuaresma, la Iglesia nos recuerda con insistencia recuperar esta forma de ser y vivir que le caracteriza al cristiano, dejando de lado todas nuestras diferencias, nuestros desentendimientos, a fin de volver abrazar y revestir con esperanza el Amor de Nuestro Padre Dios. Ciertamente, amar a un enemigo, a alguien que te aborrece, no es un caso ideal, sin embrago, por muy fuerte y difícil que nos resulte, primero está nuestra identidad y pertenencia a nuestro Padre Dios.


Fr. Salvador Nguema, OP





viernes, 14 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (10)




PRIMERO RECONCILIATE CON TU HERMANO


    ¡Qué bien nos hace el poder dar y recibir el perdón de los hermanos!

    Pero que tercos somos para pedir perdón o para perdonar, cuanto nos cuesta.

    Vivimos en un mundo en el que vamos deprisa a todos lados sin mirar al que pasa a nuestro lado, la indiferencia hacia quien ni nos interesa o nos cae mal, lo bien que se nos da criticar a los demás, el creer que yo soy mejor que tú y si puedo te humillo y un largo etc que hace que estemos mal con nuestro hermanos.

    Cuantos conflictos que no sabemos o no queremos resolver. Así no dejamos entrar a Dios en nuestro corazón, y esta tan cerrado por nuestro orgullo, por nuestras soberbias, el corazón está vacío, seco, frio.

    Hemos comenzado este camino de cuaresma que nos hace una llamada a la Conversión, a la reconciliación, a salir en busca del hermano.

    Tenemos un gran camino por delante, y necesitamos cambiar, transformar nuestro corazón, llenarlo del Amor de Dios, de vivir más cerca de nuestros hermanos, de compartir vida, ilusiones, esperanzas.

    De que nos sirve ir al altar con la ofrenda, confesar, comulgar si antes no hemos ido a ese hermano con el que hemos tenido algún conflicto y no le abrimos nuestros brazos, no le ofrecemos una sonrisa y nos atrevemos a decirle” por favor, perdóname”, ¿tan difícil es?

    Nuestras relaciones con los demás son prioritarias como verdaderos cristianos, es una necesidad interior el ir hacia el encuentro del otro y reconciliarnos con él para continuar nuestro camino hacia Dios.

    Nuestra ofrenda en el altar no tendrá valor si antes no hemos ido a pedir perdón, a dar un abrazo de Paz. Nuestra vida no estará completa, y sí muy lejos de Dios si no ofrecemos una reconciliación sincera con el hermano.

    No terminamos de crecer, de madurar, de mejorar, de corregir nuestros errores, de transformar nuestro corazón, si no emprendemos el camino hacia el Perdón, hacia el Amor al prójimo. Seguiremos atrapados, presos de nuestros rencores, de nuestros odios.

    Cristo nos muestra un camino de libertad , de esperanza, nos invita a dejar nuestra ofrenda, y nos acompaña a ir en busca del hermano y darle ese abrazo de paz y así también recibiremos el abrazo de Paz y Amor del mismo Dios. Y nuestra vida cambiará, se sentirá plena, feliz, transparente ante Dios.

    Estamos en un tiempo de vivir con un corazón puro, limpio, un tiempo de gracia dejando lo malo atrás y dando paso a vivir en un solo corazón y una sola alma. Un tiempo de necesidad de conversión, de ver que estando apartado del hermano estoy mal, porque estoy apartado de Dios.

    Reconocerme pecador me ayuda a reconocerme lejos de Dios y el deseo de volver a él, al hermano y así sentir ese cambio en nuestro interior, que nos lleva a romper con todo lo que nos separa de Dios y a buscar los lazos que nos unen a Él y al hermano para ir juntos a buscar los Caminos de Dios

    Deja tu ofrenda antes de llegar al altar y sal corriendo en busca de tu hermano.



Sor Pilar Aparicio, OP

jueves, 13 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (9)


«Todo Lo Que Deseáis Que Los Demás Hagan Con Vosotros, Hacedlo Vosotros Con Ellos»


    Al inicio del camino cristiano se nos plantea el seguimiento de Jesús como un reto. Somos caminantes en esperanza y buscamos encontrarnos con Dios en esta andadura. Todos los elementos nos salen al camino. La Palabra de Dios, la invitación de la cuaresma, con el deseo que Jesús propone al discipulado desde la clave de oración: «Pide, busca, llama» que nos introduce en el paradigma de la bondad: desde la oración debes hacer el bien. La oración va a sacar lo mejor de mí mismo.

    En el camino de discernimiento y maduración que nos presenta la fe, la oración se muestra como uno de los puntales esenciales de este camino. Nuestra vida está llamada a una continua transformación, a la conversión en el día a día, a la invitación que Jesús nos hace a vivir en clave del Mandato Nuevo: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Transformación que nos habla de que si hemos sido capaces de interiorizar la propuesta de vida que nos plantea Cristo, hacerla nuestra, si vivimos realmente desde la entrega total de la vida, se manifiesta en las relaciones fraternas.

    Con esos tres verbos que aparecen en el relato evangélico: «Pedid, buscar, llamar» se nos invita a tener una vida orante fuerte. En la que ponemos nuestra vida al desnudo ante el Crucificado, para vivir en fidelidad. De esta manera, cumpliremos con nuestro deber de cristianos, con alegría y entrega, porque hemos hecho nuestro el mensaje y buscamos hacer su voluntad, como lo expresa san Pablo: «Es evidente que sois carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Cor 3,3).

    La dimensión orante hace que nuestra vida se convierta en ofrenda, no tanto en una retahíla de peticiones, con lo que deseamos, sino en buscar y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida. De este modo, siendo caminantes de esperanza, que rumiamos la Palabra de Dios, nos transformamos y comprendemos la densidad del mensaje de los profetas y de la ley a vivir en amor: «Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas» (Is 58,10). Y, de este modo, ya solo buscas vivir en el amor de Dios: «Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos» (Mt, 7,12).



Fr. JuanMa Martínez, OP

miércoles, 12 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (8)

 


Conversión: Aquí hay uno que es más que Jonás


    En este tiempo litúrgico resuena constantemente la invitación a la conversión. La conversión es volver con confianza filial al Señor. ¿Cómo la acogemos? Puede ser una palabra que se pierde o encontrar en nosotros un corazón abierto que, herido e iluminado por la Palabra, reconoce el propio pecado y decide un camino de vuelta a Dios. O puede que esta invitación nos deje indecisos: quisiéramos una gracia sin ningún esfuerzo, y preferimos quizá, algo que nos venga como caído del cielo…

    Jesús mismo es el `gran signo" del amor divino que no teme asumir el pecado para conceder la gracia al pecador. Mirarlo, es el comienzo de la conversión. Ante su rostro doliente, todos, como los contemporáneos de Jesús, estamos llamados a decidir si cerramos el corazón o nos abrimos a una nueva vida.

     La invitación que el profeta Joel dirige a sus oyentes vale también para nosotros. No dudemos en volver a la amistad de Dios perdida al pecar; al encontrarnos con el Señor, experimentamos la alegría de su perdón. Creer en Jesús es escuchar su Palabra, que nos revela su amor infinito por nosotros pecadores. Ser creyentes significa estar seguros de que el amor existe y que tiene el rostro de la misericordia. Creer en Jesús quiere decir adherirse a su amor absolutamente gratuito. Seguir a Jesús es entregarse totalmente a su misericordia y confiar únicamente en su misericordia. Amar a Jesús es sencillo. Para lograrlo debemos ante todo creer que él nos ama de verdad, tal como somos. En este acto de fe es posible que rebose la alabanza de nuestro corazón y nos ayude a descansar en este amor infinito. La alabanza, la acción de gracias y la adoración abren nuestro corazón al don que Dios nos concede de su amor misericordioso.

    Para descubrir por lo menos un poco la misericordia infinita, único secreto del corazón de Jesús, hay un lugar preferido donde morar: delante de la cruz de Jesús, a sus pies.

sor Inmaculada Serrano Posadas, OP.

martes, 11 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (7)


 

PERDONAD Y SERÉIS PERDONADOS


    El perdón es una de las virtudes más sublimes que puede ejercer el ser humano. En el Evangelio de Mateo (6,14), Jesús nos recuerda: "Si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial". Este llamado nos invita a vivir la misericordia con los demás, tal como Dios la tiene con nosotros.

    El perdón no es un simple acto de olvidar, sino una decisión consciente de liberarnos del resentimiento y permitir la reconciliación. Perdonar no significa justificar el mal que nos han hecho ni ignorar el dolor causado, sino trascenderlo. Cuando perdonamos, sanamos nuestro corazón y rompemos las cadenas del rencor que nos atan.

    Un ejemplo conmovedor del poder del perdón es el testimonio de Immaculée Ilibagiza, una mujer que sobrevivió al genocidio de Ruanda. Perdió a casi toda su familia en la masacre, pero encontró en su fe la fuerza para perdonar a los asesinos. A pesar del dolor, decidió liberarse del odio y abrazar el amor de Dios. Su historia nos muestra que el perdón transforma y da paz, incluso en circunstancias extremas.

    También encontramos inspiración en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15,11-32). Este joven, después de malgastar su herencia en una vida desordenada, vuelve arrepentido a su padre. En lugar de reproches, recibe un abrazo lleno de amor. Así es el perdón de Dios: incondicional, generoso y restaurador. Si Dios nos perdona de esta manera, ¿cómo no habríamos de perdonar nosotros a quienes nos han ofendido?

    Una historia que ilustra la grandeza del perdón es la de un anciano y su hijo. Durante años, el hijo vivió resentido con su padre por un error del pasado. Un día, el anciano, sabiendo que su muerte se acercaba, le escribió una carta pidiendo perdón y expresando su amor. El hijo, conmovido, comprendió que el rencor solo le había robado la paz. Corrió a ver a su padre y, entre lágrimas,se reconciliaron. El perdón les devolvió la alegría perdida.

    Perdonar es un acto de valentía y amor. Nos asemeja a Dios y nos hace libres. Guardar rencor es como cargar una pesada piedra que nos impide avanzar. Cuando soltamos esa carga, experimentamos la verdadera paz. Recordemos siempre que, al perdonar a los demás, abrimos nuestro corazón para recibir la misericordia infinita de Dios.


Fr. Roberto Okón Pocó, OP