jueves, 27 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (23)



“EL QUE NO ESTÁ CONMIGO, ESTÁ CONTRA MÍ; Y EL QUE NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA”.


    Jesús afirma y deja claro que ante Él, nadie puede permanecer neutral o indiferente. Sólo está la opción de seguirle con radicalidad, o simplemente no aceptarle. O estás con Él o contra Él. Aquí no hay medias tintas, no hay término medio en tu seguimiento de Jesús. Jesús no enseña teorías. No se limita a transmitir un elenco de doctrinas o una constitución, un código de leyes o mera jurisprudencia.

    En el discipulado cristiano, el maestro va delante y los discípulos le siguen, y les exige confianza, abandono, entrega y cambio de vida, para ir transformando su forma de pensar y de reaccionar, para así poder asumir y vivir la escala de valores de su maestro. Un discípulo no puede, pues, permanecer pasivo, en la indiferencia e inacción. Y no se trata sólo de dar una respuesta piadosa o cultual, o aprender doctrinas y practicar devociones.

    Seguir a Jesús tiene implicaciones existenciales: es lo constitutivo de tu ser cristiano y la esencia misma de tu vida, y tiene una incidencia profunda en tu forma de vivir, que te hace abandonar la lógica del mundo y abrazar la lógica del Reino y del Evangelio. Es asumir el estilo de vida de Jesús y optar por los valores que Él vivió. Implica compromiso, decisión y acción. ¿Estás realmente con Cristo en tu vida diaria, trabajando para el Reino?

    Y es que llama la atención que Jesús tenía y sigue teniendo más admiradores que seguidores comprometidos. Es más fácil alabarlo que comprometerse más allá del culto externo, viviendo realmente comprometidos, como Jesús, por la causa del Reino, hasta dar la vida en entrega radical a los más débiles y excluidos.

    El Reino de Dios es la vida tal y como la quiere construir Dios Padre. Y para Jesús, la instauración del Reino es la columna vertebral de su ministerio, el corazón de su mensaje y la pasión que alienta toda su vida, por la que fue crucificado.

    La misión de la Iglesia es la de Jesús. Todo discípulo suyo, tú y yo y los demás, hemos recibido en nuestro bautismo la misión de colaborar con Él en su proyecto de instaurar el Reino de Dios. No es una opción política, un sistema económico o una organización social.

    La vocación de la Iglesia es estar en el corazón del mundo, anunciando la Buena Noticia del amor de Dios a los pobres, la libertad a los esclavizados y la alegría de la resurrección de Jesús a los tristes.

    Nuestra misión, como la de Jesús, es acercar a las personas a la experiencia del amor de Dios Padre, que transforma la vida y nos capacita para amar y para construir, juntos, una sociedad más humana y fraterna.

    La coherencia entre mensaje-vida, fe-obras, es necesario, para garantizar la credibilidad de nuestro anuncio, de nuestra misma vida cristiana.

    Y el cristiano será cristiano y la Iglesia será la Iglesia de Cristo en la medida en que prolongue su entrega comprometida en este mundo, haciendo que el hombre sea más auténticamente hombre y la vida más auténticamente vida.

Pablo Olmedo, CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte con nosotros...