Virgen del Rosario. Monasterio Sta. María de Gracia. MM. Dominicas Córdoba
La luz de María
«La Virgen Maria bajó del cielo para recordarnos verdades del evangelio». Ella aparece en la Biblia, en Lucas y en Juan, relativamente tarde, pero entonces con una gran luminosidad, y en tal sentido ha formado siempre parte de la vida cristiana. En las Iglesias orientales ha adquirido de manera muy temprana una importancia esencial. Si se piensa, por ejemplo, en el Concilio de Éfeso, del año 431. Y siempre de nuevo Dios la ha utilizado a través de la historia como la luz a través de la cual Él nos conduce hacia sí mismo. En América Latina, México, por ejemplo, se volvió cristiano en el momento en que se mostró la Virgen de Guadalupe. En ese momento los hombres comprendieron: sí, ésta es nuestra fe, con ella llegamos realmente a Dios; la Madre nos lo muestra; en ella está transformada y asumida toda la riqueza de nuestras religiones.
Hay que destacar la entrada cada vez más fuerte de la Santísima Virgen en el mundo como orientación para el camino, como luz de Dios, como la Madre por la que después podemos conocer también al Hijo y al Padre. De ese modo, Dios nos ha dado signos, justamente en el siglo XX. En nuestro racionalismo y frente al poder de las dictaduras emergentes, se nos muestra la humildad de la Madre, que se aparece a niños pequeños y les dice lo esencial: fe, esperanza, amor, penitencia. De ese modo también los hombres encuentren, por así decirlo, ventanas. Una de ellas es Fátima: a través de lo que María comunicó a unos niños pequeños, muchas personas recuperan en cierto modo en este mundo, con todos sus obstáculos y cerrazones, la visión abierta hacia Dios.
Asimismo, en virtud de su vínculo particular con María, la mujer, a lo largo de la historia, ha representado a menudo la cercanía de Dios a las expectativas de bondad y ternura de la humanidad herida por el odio y el pecado, sembrando en el mundo las semillas de una civilización que sabe responder a la violencia con el amor.
La presencia de María estimula en las mujeres los sentimientos de misericordia y solidaridad con respecto a las situaciones humanas dolorosas, y suscita el deseo de aliviar las penas de quienes sufren: los pobres, los enfermos y cuantos necesitan ayuda.
A cuantos en nuestra época proponen modelos egoístas para la afirmación de la personalidad femenina, la figura luminosa y santa de la Madre del Señor les muestra que sólo a través de la entrega y del olvido de sí por los demás se puede lograr la realización auténtica del proyecto divino sobre la propia vida.
S. Juan Pablo II. Audiencia General (6 de diciembre de 1995)
Benedicto XVI: Libro “Luz del Mundo” (Una conversación con Peter Seewald). Ed. Herder (2010)
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Santísima Virgen del Rosario:
Madre y señora, tú eres luz que disipas la sombra del engaño;
tú eres la dulzura que deleita al corazón
y eres la poderosa madre en quien esperamos y confiamos.
María, mujer de la decisión,
ilumina nuestra mente y nuestro corazón,
para que sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús,
sin titubeos;
dónanos el coraje de la decisión,
de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
Haz que en todas nuestras acciones
te llamemos madre de la luz;
alúmbranos, compadécete de nuestros errores.
Que tu "suave luz" nos libre de todo mal
y disipe la oscuridad de este mundo
atormentado por las guerras.
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REZO DEL ROSARIO: Misterios Luminosos
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