Acomodados en la Torre de Berlanga, San Álvaro y sus compañeros decidieron levantar de nueva planta una iglesia y una casa para convento. La falta de recursos, el acarreo de los materiales y traslado de la mano de obra desde la ciudad y los cimientos sobre roca viva fueron sus principales dificultades, que se superaron con la generosidad dadivosa de los cordobeses y, según la tradición, la ayuda de los ángeles enviados por Dios, el cuál escuchó las suplicas de San Álvaro en muchas noches de oración.
La actual Iglesia fue construida en el siglo XVII sobre la primitiva Iglesia, y es considerada una joya del barroco cordobés. Fue fray Lorenzo de la Concepción Ferrari –con título nobiliario, antes de entrar en la Orden de Predicadores, de conde de Cumbre Hermosa- quien la restauró y embelleció, remodelando el decorado interior y reparando la estructura.
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