Dibujo para Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP |
PASCUA: TIEMPO DE AMAR Y DEJARSE AMAR
Estoy seguro que si preguntásemos a un variado número de personas, tanto creyentes como no creyentes, sobre lo que consideran más esencial en sus vidas, seguro que, si no todos, la gran mayoría coincidiría en que es el amor. Y es que no podría ser de otro modo: fuimos creados por un Dios que no solo tiene por esencia el amor, sino que también comunica esa esencia, ese amor a los hombres, sus criaturas.
El amor es la base de nuestra fe y es la esencia de nuestro Dios. Podríamos decir que el misterio pascual es en cierto sentido el misterio de amor: Dios movido por su gran amor hacia nosotros, se sacrifica así mismo para introducirnos en la íntima comunión de amor intratrinitaria. Eso celebramos y recordamos en la pascua.
Las lecturas de estos últimos domingos de pascua nos han recordado con especial insistencia sobre la importancia de permanecer en este amor de Dios manifestado en su Hijo Jesús. Y permanecer en el amor de Dios no es sino guardar los mandamientos que el mismo Jesús resumió en el mandato del amor fraterno, es decir, de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, eso es: de forma gratuita, apasionada, generosa, desinteresada, incondicional... Jesús nos ha amado con el mismo amor infinito con que lo ha amado el Padre, hasta el extremo entregar su vida por nosotros, dándonos de así la gran prueba de amor que él podía darnos (cf. 15,13). Pero hay veces, como ocurre con Pedro en el pasaje que hoy leemos en el Evangelio, que el mismo Jesús tiene que recordárnoslo. A Pedro se lo preguntó directamente hasta tres veces. Y a cada uno de nosotros también nos lo pregunta muy a menudo, tan directamente que nos pone al lado a algún hermano necesitado o alguna situación que requiere de nuestra acción. El Señor sabe que lo queremos, pero también quiere que cada uno de nosotros nos acordemos y, sobre todo, caigamos en la cuenta que el amor no es sólo decirlo, sino sentirlo y actuarlo.
Jesús quiere que los suyos nos amemos unos a otros sin reservas; Él quiere que su forma amar no se pierda entre nosotros, sus discípulos. La voluntad de Jesús es que permanezcamos en su amor y nos amemos unos a otros “ya que el amor es de Dios, todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.” (1Jn 4,7)
En estos últimos días de este tiempo pascual, pidamos a Dios que nos conceda el coraje de dejarnos amar por Él hasta el punto de hacernos capaces de amarle a Él y a nuestros hermanos hasta el extremo. Amén.
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