Oh Dios, que adornaste a nuestro Álvaro de Córdoba con las
virtudes de la caridad y de la penitencia; concédenos, por su intercesión y
movidos por su ejemplo, llevar siempre en nuestro cuerpo la muerte de Cristo y
en nuestro corazón el amor a ti, y que el ejemplo de su celo apostólico nos
impulse a crecer cada día en gracia y santidad.