·
El Rosario:
El Rosario, según la etimología misma de la
palabra, es una corona de rosas, cosa encantadora que, en todos los pueblos,
representa una ofrenda de amor y un símbolo de alegría. Las flores del Rosario
no se marchitan, su frescura es incesantemente renovada en las manos de los devotos
de María.
·
Viernes: Misterios Dolorosos.
o Tercer
Misterio: La coronación de espinas
“Los
soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza y le
vistieron un manto de color púrpura. Salió Jesús afuera, llevando la corona de
espinas y el manto de color púrpura. Pilato les dijo: Aquí lo tenéis”(Jn
19, 2-3).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación :
Los misterios
dolorosos llevan al creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de
la cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios
al hombre y sentir toda su fuerza regeneradora.
El orgullo ha
sido siempre la causa de muchos pecados. Para pagar nuestros pecados de
orgullo, Jesús aceptó la humillación de ser coronado con espinas, como un rey
de burlas.
Si queremos vivir como verdaderos cristianos, tenemos que luchar en contra de la soberbia. !Cuántos pleitos y cuántos rencores se pueden evitar mediante la humildad! Jesús nos enseña a ser humildes de corazón.
·
Petición:
Señor, ayúdanos a reconocer la grandeza de vivir no avasallando a los demás, sino brindándoles amor sin pedir nada a cambio.
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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA PROMULGACIÓN
DE LA CARTA APOSTÓLICA "MAXIMUM ILLUD"
SOBRE LA ACTIVIDAD DESARROLLADA
POR LOS MISIONEROS EN EL
MUNDO
(Continuación)
…
Este empeño de Benedicto XV,
de hace casi cien años, así como todo lo que el Documento conciliar nos enseña
desde hace más de cincuenta años, siguen siendo de gran actualidad. Hoy, como
entonces, «la Iglesia, enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad
de Dios a todos los hombres y pueblos, sabe que tiene que llevar a cabo todavía
una ingente labor misionera». A este respecto, san Juan Pablo II
observó que «la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún
lejos de cumplirse», y que «una mirada global a la humanidad demuestra que esta
misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas
nuestras energías en su servicio». Por eso él, usando unas palabras que
deseo ahora proponer de nuevo a todos, exhortó a la Iglesia a un «renovado
compromiso misionero», convencido de que la misión «renueva la Iglesia,
refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas
motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los
pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión
universal».
En la Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, que recoge los frutos de la XIII Asamblea General Ordinaria
del Sínodo de los
Obispos, convocada para reflexionar sobre la nueva
evangelización para la transmisión de la fe cristiana, quise
presentar de nuevo a la Iglesia esta urgente vocación: «Juan Pablo II
nos invitó a reconocer que “es necesario mantener viva la solicitud por el
anuncio” a los que están alejados de Cristo, “porque esta es la tarea
primordial de la Iglesia”. La actividad misionera “representa aún hoy día el
mayor desafío para la Iglesia” y “la causa misionera debe ser la primera”. ¿Qué
sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente
reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la
Iglesia».
Lo que quería decir entonces me parece que sigue siendo absolutamente
urgente: «Tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que
todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el
camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas
como están. Ya no nos sirve una “simple administración”. Constituyámonos
en todas las regiones de la tierra en un “estado permanente de misión”». Con
la confianza en Dios y con mucho ánimo, no tengamos miedo de realizar «una
opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los
estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en
un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la
autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral
solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más
misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva
y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida
y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca
a su amistad. Como decía Juan Pablo II
a los Obispos de Oceanía, “toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender
a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión
eclesial”».
…