BICENTENARIO DE
LA BEATIFICACIÓN DEL P. FRANCISCO POSADAS
(1818 – 2018)
EL P. POSADAS Y SU VIDA EN SCALA COELI
P. Mariano del Prado, O.P.
INTRODUCCIÓN
En el ańo
2013, cuando celebramos el III centenario de su muerte, en la Revista Escala
Romera que edita la Real y Fervorosa Hermandad del Santísimo Cristo y San Álvaro
de Córdoba, decíamos que en la historia del Santuario de Santo Domingo de Scala
Coeli hay cuatro figuras seńeras que a lo largo de los siglos han ido marcando
la vida, tanto interior como exterior, de este enclave dominicano en nuestra
Sierra cordobesa.
A principios
del siglo XV, San Álvaro de Córdoba, quien lo fundó en 1423, que con su
vida de santidad, su teología de la cruz y todo su bagaje apostólico y
espiritual y la fundación en este entorno, en 1425, de la devoción del Vía Crucis, perpetuó para
siempre su memoria en lo más profundo del sentir cordobés y cristiano que aún
pervive entre nosotros.
Fray Luis de
Granada, en el siglo
XVI, durante los diez ańos que vivió en Santo Domingo compartió su saber y
elocuencia en la predicación y en sus escritos, y nos dejó la mejor muestra de
cómo se puede ser no sólo gran
observante, sino también gran observador, especialmente en su condición
de amante de la naturaleza, convencido que a través de ella se puede llegar a
los más altos valores, especialmente al Creador de todo. Y así lo dejó plasmado
sobre todo en su gran obra, El Símbolo de
la Fe.
El Beato Francisco
de Posadas, siglo XVII, que entró en la Orden en este Convento de Scala
Coeli, donde recibió el hábito dominicano, el 23 de Noviembre de 1672; tenía 28
ańos. Gran predicador y mejor sucesor del legado espiritual y humano que nos
dejara San Álvaro de Córdoba y su inmediato sucesor, Fray Luis de Granada.
El padre
Lorenzo de la Concepción Ferrari, siglo XVIII, Conde de Cumbre Hermosa, que
también recibió el hábito dominicano en este convento. A él se le debe la joya
del barroco cordobés que alberga en la actualidad y que podemos contemplar en
la iglesia del Santuario, y que a su vez, es un cuidadoso monumento e historia
de la Orden de Predicadores.
Como este ańo 2018 celebramos el Bicentenario
de la beatificación del beato Francisco de Posadas, tercera figura seńera, en
orden cronológico de la historia de este Santuario, la Comunidad de Dominicos
de Scala Coeli juntamente con la Fraternidad de Dominicos Seglares de Santo
Domingo y P. Posadas, y la Real Hermandad del Santísimo Cristo y San Álvaro de
Córdoba, hemos querido organizar una serie de Actos con el fin de perpetuar su
memoria y, a la vez , que nos sirva de
acicate para poder vivir nuestra vida de creyentes con la máxima coherencia como supo vivirla él.
Supongo que
tendréis en vuestro poder el Programa editado para esta efemérides. Y aquí
estamos, pues con esta conferencia que se me ha encomendado con ese motivo
de los 200 ańos de su beatificación, que
hace 3 días se cumplieron, el 20 de
Septiembre, cuyo título ya lo sabéis: “El P. Posadas y su vida en Scala Coeli”.
Dos puntos centrales, pues,del contenido de esta exposición: El P. Francisco de
Posadas y Scala Coeli. Y un Epílogo final.
P.
FRANCISCO DE POSADAS
Gracias a otro
cordobés nacido en Rute allá por el ańo 1666, Fray Pedro de Alcalá, conocemos
hoy al P. Posadas con precisión, como
nos comenta el P. Álvaro Huerga en su libro “Escalaceli”, el mejor libro de
investigación, hasta el momento, sobre este Santuario, de obligada consulta
también en estos temas.
Fray Pedro de Alcalá, dominico del
Convento de San Pablo, fue confesor, confidente y biógrafo del P. Posadas. Se
dispone, a escribir la Vida del Padre
Posadas, que vio la luz el ańo 1727, haciendo realidad la idea acariciada desde hacía ańos.
El P. Posadas
nace en Córdoba el 25 de noviembre de 1644 y fue bautizado en la Parroquia de
San Andrés Apóstol el 4 de diciembre de ese mismo ańo. Toma el hábito
dominicano en Scala Coeli el 23 de noviembre de 1662, a la edad de 18 ańos, a
eso de las 10 de de la noche. Hace el noviciado en Jaén, donde profesa el 25 de
noviembre 1663. Cursa los estudios eclesiásticos (Artes y Sagrada Teología) en
San Lucar de Barrameda, ya que en el Convento de San Pablo de Córdoba no lo
recibieron, como tampoco lo habían recibido cuando un ańo antes solicitó entrar
para ser dominico, por su baja condición social. Tanto en el noviciado como en
San Lucar se granjeó una extraordinaria estima por su talento y virtud. A
finales de 1668, lo encontramos en Guadix, donde el Obispo Diego de Silva y
Pacheco le ordena de sacerdote el 22 de diciembre del mismo ańo. Celebra la
Primera Misa en el altar de la Virgen de la Fuensanta, grandes devotos, tanto él
como su madre. Ella había acudido a la Virgen de la Fuensanta, implorando
fecundidad y prometiéndole que el primer fruto de sus entrańas a ella se lo entregaría.
Regresa a Sanlucar
y es donde termina la carrera y estrena
el oficio de confesor y predicador. Y nos dice el P. Álvaro Huerga que desde el
principio en el joven predicador ya brillaban la santidad y la sabiduría
amasadas con una profunda humildad. Quisieron llevárselo a Roma por la fama de
la maravilla de sus sermones, pero “sería infidelidad a la vocación, contestó él,
buscar cátedra en lugar de púlpito”. Y prefiere la soledad de Scala Coeli, donde irá forjando
día a día la extraordinaria figura de su santidad. Scala Coeli será siempre su
refugio espiritual para la oración, el estudio y el lugar propicio para sus
penitencias. Pedro de Alcalá nos dice que en Scala Coeli, “con deliciosa
ingenuidad de nińo grande, sońaba con ser predicador de verdad, a lo Santo
Domingo, y se ensayaba en la predicación a los árboles en el ínterin que no era
enviado a los hombres…. Muy pronto será enviado a ejercer el ministerio a que Dios lo eligió” (Vida del P. Posadas 1627, pág. 65 y
66) Y es destinado, en 1674, con 29 ańos ,
al Hospitalico que el convento de Scala Coeli poseía en Córdoba, que desde muy
antiguo había sido un hospital llamado de San Bartolomé. Y aquí vivió como
vicario, como confesor, como predicador, como colector de limosnas para que la
Comunidad de Scala Coeli pudiera subsistir,
espejo de dominicanismo vivo, y convirtiéndose en el mejor adalíz de caridad
con los más necesitados y como maestro espiritual. Era tal la actividad del P. Posadas, que muy
pronto los cordobeses le llamaron el Hospitalico del P. Posadas. Desde esta
residencia Córdoba se convierte en púlpito de predicación. Desde aquí, salió a las plazas
y calles de córdoba a predicar, a evangelizar. El amor por la predicación fue
tal, que viendo la multitud de gente que lo quería escuchar, en la plaza de la Corredera, que en su tiempo
se construyó, cuenta su biógrafo Pedro de Alcalá, “…trató sacar el púlpito de la inmediata iglesia de
Nuestra Seńora del Socorro. Poníanlo en medio de la plaza, para que no
solamente los moviese la dulcísima voz que entraba por los oídos, sino también
el espíritu de Dios que en sus acciones y semblantes admiraban los ojos”.
Referente a esta plaza, aunque no sea el tema que a mi me toca, dada la gran preocupación y acción social del P.
Posadas, diría: “Quisiera tener un pan
tan grande como la plaza de la corredera para hacer rebanadas y mitigar el
hambre de los pobres”.
El 20 de
Septiembre de 1713, a las 19,30 h. muere, a la edad de 69 ańos menos dos meses y cinco días, después de una
jornada de trabajo cotidiano y haberse despedido de los que aquel día acudieron
al Hospitalico. Las honras fúnebres se celebraron en el Real Convento de San
Pablo de Córdoba, donde fue enterrado, haciéndole hijo adoptivo del mismo. No
lo habían querido recibir vivo, y lo recibieron muerto. Tocaron todas las
campanas de la ciudad, el pueblo acudió en masa a venerarlo y por ello se tubo
que retrasar el entierro 2 días. Pío VII lo beatifico el 20 de septiembre de
1818.
Evangelizador de sus conciudadanos, profeta en
su tierra, misionero incansable de Andalucía, maestro de lejanas tierras con su pluma. Gran
maestro espiritual y seguidor de la cruz, emulando a San Álvaro y a Fray Luis
de Granada. De él dejó escrito D. Juan de Ferrer, decano de la Real Academia y
Bibliotecario Mayor de la Librería de Su Majestad en 1727, con motivo de la
aprobación de la obra de su Vida por parte de la Casa Real: “El mayor lustre de
las ciudades es el soberano esplendor de la santidad de sus hijos… y la Divina
Providencia ha querido darle a Córdoba nuevo lustre, nuevo honor y nueva gloria
con el Venerable Siervo de Dios, el Presentado
Fray Francisco de Posadas, natural de ella y estrella portentosa de la
Orden de Santo Domingo…” Y lo califica como “Vesubio” de Caridad.
El Dr. Antonio
Domínguez Ortiz, en su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa de
nuestra Universidad Cordobesa, en 1980, que versó sobre el P. Posadas, entre
otras muchas cosas de interés, dijo que el P. Posadas llegó a convertirse en el
hombre más influyente y respetado de la ciudad. El hijo de la vendedora
(que así se le conocía), a quien le habían rechazado los frailes de San Pablo,
era a finales del siglo XVII, el oráculo al cual todos le consultaban.
Sus escritos
son profundos y abundantes. Sus amigos que se admiraban de que pudiese predicar
tanto, nos dice su biógrafo Pedro de Alcalá (vida, Pg. 89), se sorprendían aún
más de que con el ajetreo que llevaba, hallase huecos para escribir tanto.
Destacamos entre otros por orden cronológico:
1. La Vida y virtudes del padre Cristóbal de Santa
Catalina, 1691. Fue confesor y consejero de dicho padre Cristóbal, de aquel
venerable fundador del hospital de Jesús
Nazareno y de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de Jesús Nazareno.
Esta Vida del padre Cristóbal, escrita por el P. Posadas, ha sido de gran
utilidad en el proceso de beatificación
del P. Cristóbal, concluido y proclamado beato en la celebración solemne que
tubo lugar en la Iglesia Catedral de Córdoba
el día 7 de abril de 2013.
2. Aprobación
de las Reglas y Constituciones de los Hermanos del Hospital de Jesús Nazareno,
1692.
3. Sermón
de Rogativas por el buen suceso de las guerras de Cataluńa, 1694. Organizadas
por la ciudad en el Convento de San Pablo, dedicadas a la Virgen del Rosario y
motivadas por el patriotismo.
4. Ladridos
evangélicos, 1694. Se trata de una serie de conferencias pronunciadas por él
en la Sala Capitular del Ayuntamiento de Córdoba, cuyos temas fueron: la paz,
la ciencia, la justicia, el amor al prójimo y la convivencia.
5. Sermón
de profesión, 1697. En la Profesión de una religiosa, sor Catalina de Jesús
María.
6. Triunfo
de la Castidad, 1698.
7. Vida de
sor Leonor, 1699.
8. Vida de
Santo Domingo, 1706.
Y otros muchos
escritos que vieron la luz después de su muerte: Obras Póstumas, 6 volúmenes,
1736-1739. Entre ellos, “Carta del Exposo” en el que nos ofrece un
brillante ejemplo de oración.
SCALA COELI EN TIEMPO DEL P. POSADAS
Scala Coeli en tiempo del P. Posadas, seguía siendo lo
que San Álvaro quiso que fuera cuando lo fundara al principio del siglo XV, en
1423: un remanso de paz y convivencia, de sosiego, un convento humilde,
sumamente pobre, que se vivía casi exclusivamente de las limosnas. Y fue el P.
Posadas el encargado de proveer a la comunidad de Sacala Coeli el alimento
necesario desde su Hospitalico. Este convento, desde su fundación y también en
tiempo del padre Posadas siempre fue una comunidad con un pequeńo número de
religiosos. Tenemos la lista de los nombres de los frailes que formaban la
Comunidad en 1676. Son 9: fray Juan Martínez (Prior), fray Fernando Tafur, FRAY
FRANCISCO DE POSADAS, fray Juan Contreras, fray Francisco del Castillo, fray Pedro
de Vida, fray Juan Moreno, fray Luis Garrido y fray Cristobal de San Antonio.
Nos dice el P. Alvaro Huerga que “para él (P. Posadas) más
atento al dominicanismo esencial que al orgullo de los linajes, Scala Coeli
simboliza las más puras esencias, es un remanso de paz, un árbol que produce
esquisitos frutos. El ejemplo de San Álvaro, la fragancia de los libros de Fray
Luis de Granada aparecen a sus ojos como una imagen siempreviva, reencarnada en
el Padre Posadas criado en el seno nutricio de Scala Coeli…”
Siempre será Scala Coeli su refugio espiritual y el escenario de sus
penitencias. Desde el Hospitalico solia subir todos los ańos al menos Jueves y
Viernes Santos recorriendo estos “santos lugares”, como lo hiciera San Álvaro
dedicandose a orar para alimentar y fortalecer su espíritu y practicar sus
penitencias. Dice su biógrafo, Pero de Alcalá que “hacía el recorrido del
viarucis descalzo”.
El Padre Posadas durante el tiempo que estubo en Scala
Coeli y posteriormente en el Hospitalico, conoció perfectamente a la Real y
Fervorosa Hermandad del Santísimo Cristo y San Álvaro de Córdoba porque ya
existía desde el 5 de Agosto de 1592, 70
ańos antes que él tomara el hábito dominicano.
Conoció tal cual, más o menos, la capilla de San Álvaro
con el arcón que alberga sus reliquias. Así mismo la imagen del Santísimo Cristo, ante el cual, después de
terminado el noviciado y hacer la prefesión, junto con su madre, oraron ante el
Santisimo Cristo dándole gracias por haber hecho él los votos solemnes en la orden
de Predicadores, los hijos de la Virgen
del Rosario, como su madre le había pedido insistentemente.
Fíjense lo que son las casualidades. Un amigo, Hermano de
San Juan de Dios, de Canarias, pasó por aquí a saludarme, hace unos quince días.
Ni él sabía nada de la celebración del Bicentenario del P. Posadas, ni
comentamos nada de este asunto. Pero me preguntó si tenía correo electrónico,
que quería enviarme un poema que me había dedicado. De regreso a Canarias me lo
envía. Cuál sería mi sorpresa cuando abrí el correo. Bendita casualidad, que
quiero compartir con vosotros el poema que me envió.
SCALA COELI
Convento: Santo
Domingo,
En la Sierra
cordobesa.
Solo virtud y nobleza,
Irradian estos
dominios.
Escuela de
predicadores,
Frailes de hábito
blanco.
Honra de grandes
pastores,
Fieles al Espiritu
Santo.
Santuario, Scala
Coeli,
Meta de los
peregrinos,
Por parajes y caminos,
Acuden piadosos
fieles.
Centro fue de
formación,
En gigantes de la
gloria.
Santos que hicieron
historia,
En virtud y
predicación.
Desde el Oriente
llegó,
San Álvaro fervoroso.
Que proclamó con gozo,
El rocío de la
oración.
Entre chaparros y
acacias,
Se construyó una
ermita.
Los fieles que la
visitan,
Esperan recibir sus
gracias.
Mención al Padre
Posadas,
Cual predicador de
oficio.
Aspiraba desvelar a
Cristo,
Y conocer las siete
moradas.
Refieren que en un
sermón,
Hizo una pausa
inaudita
Entraba su madre, viejecita,
Apoyándose en un
bastón.
“Claustros de Sierra
Morena,
Donde la Fe se
mantiene.
“Quien la
busca la tiene,
Y en Scala
Coeli se llena”.
Desde mi balcón 8-VIII-2018. Juan.marrero@sjd.es
Dedico al P. Mariano del Prado
EPILOGO
Después de leer y releer su vida
y ver las virtudes que le adornaban, quizá corramos el riesgo de creer que todo
lo tuvo fácil . No fue así. Vamos a dar sólo unas pinceladas para podernos ver
nosotros en él.
La infancia le fue muy
complicada. Sus padres Esteban Martín Losada y María Fernández-Pardo y
Posadas, de estirpe hidalga, fueron inmigrantes gallegos de la localidad
de Lama de Arcos. Podemos decir, en
lenguaje actual, no solamente inmigrantes gallegos a Córdoba, que en aquel
entonces era frecuente, tambieén, que fueron refugiados, porque llegaron a Córdoba
huyendo de la invasión de aquella zona por Juan de Braganza, de Portugal. El P.
Posadas nace en el seno de una familia que económicamente va de mal en peor. En
nigún negocio de los que abrieron tuvieron suerte. Cuando tenía tan solo 5
años, en 1649, muere su padre y con ello se agraba la situación económica. Su
madre contrae nuevas nuncias con Juan Pérez
Cerezo. La situación familiar, no solo económicamente empeora, sino que
las relaciones con su padrastro serán muy dificiles. No consintió que Francisco
fuera al colegio como quería su madre para que se fuera preparando para poder
ingresar en la Orden Dominicana. A la edad de 12 años le obligaron a ir como
aprendiz de cordonero en un taller sito en las Casillas, en el campo de San
Antón. Cuatro años estubo allí sufriendo hasta que el Padre Miguel de Villalón
le buscó acomodo en el Convento de San Pablo y le dío clases de latín. Mientra
él aprendía, en 1661, murió el Padrastro y regresa al hogar con su queridísima madre. A
partir de entonces la situación económica se agrabó hasta el extremo de tener que
dedicarse a recovera, esto es, ir de casa en casa vendiendo huevos, oficio que
truncó sus esperanzas de entrar de Dominico en el Convento de San Pablo, como
era su deseo y el de su madre.
Francisclo se siente con
vocación y quiere entrar en dicho Convento , justo al lado donde vivian. Pero
otra contradición y sufrimiento: no lo admiten por su bajo nivel social, “hijo
de la vendedora”. Nos dice el P. Alvaro Huerga que Francisco “engulló el acíbar
con un temple de paciencia heróica (y de suma humildad) ... A Francisco le
punzaban aquellas espinas, no sólo por herirle a él, sino porque se clavaban
injustamente en la persona que más quería en este mundo: a su madre. Y esto rebosaba la amargura de los dos”.
Ya en el hospitalico, nos
dice su biógrafo Alcalá, que se vió
aturdido y se austó por verse aupado por el fervor popular, teniendo
la tentación de dejarlo todo y volver a Scala Coeli.
Tambien al comienzo de su
estancia en el Hospitalico, sufrió la calumnia y difamación, hasta que todo se
aclaró y se demostro su inocencia.
Está claro
que, como a cualquiera de nosotros, viendo la vida del Beato Posadas, poseedor
de tanta humildad, sencelléz, una gran
fe, devoción a la Santísima Virgen, amor incondicional al Señor que nos marca
los pasos de la vida, y por Él a los hermanos, especialmente a los más
necesitados, y el afán costante de llevar a Dios a los demás, todo lo podemos
superar, como lo hizo él. Él sabía muy bien que conocer a Cristo, comporta
saber seguirle, llevar como él las cruces que nos toquen en la vida y que su
seguimiento es muy absorbente: si es necesario, perder la vida por él y por el
Evangelio. El Padre Posadas llevó siempre presente lo que nos dejó dicho Jesús:
“Si alguno quiere venir en pos de mi, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y
me siga”.
(Pronunciada en Scala Coeli, Córdoba, el 23 de Septiembre de 2018)