lunes, 13 de febrero de 2017

Hoy celebramos al Beato Jordán de Sajonia, O.P.



Beato Jordán de Sajonia





Nacido a finales del s. XII en Burgberg (Westfalia), estudió teología y enseñó más tarde en la universidad de París. En el verano del 1219 tuvo su primer encuentro con santo Domingo que le contó la curación milagrosa de Reginaldo y lo conquistó para su ideal de pobreza y apostolado. Por el momento Domingo le propone recibir el diaconado y entró en la orden, cuando algunos meses más tarde Reginaldo llegó a París, el 12 de febrero del 1220, miércoles de ceniza, en el convento de Santiago. Participa en el capítulo general de 1220 y en el de 1221 ya fue nombrado provincial de Lombardía. Es elegido Maestro de la Orden al año siguiente. Ningún otro como él comparte con Domingo la gloria de la difusión y consolidación de la Orden.

Fue muy activo y eficaz y se le atribuye la fundación de 204 conventos y la captación de un millar de vocaciones. Promovió eficazmente la canonización de santo Domingo y estuvo presente a la apertura de la tumba la noche entre el 23-24 de mayo del 1233 en Bolonia. 

Cuando fue a visitar la provincia de Tierra Santa encontró la muerte en un naufragio cuando volvía del viaje el 13 de febrero de 1237. Su cuerpo, recuperado del mar, fue enterrado en San Juan de Acri. Celebrado su culto por los frailes y los fieles fue confirmado por León XII el 10 de mayo de 1826. El capitulo general de 1955 lo declaró patrón de la obra de las vocaciones dominicanas.

Jordán resume la vida dominicana en tres cosas: vivir honestamente, estudiar y enseñar. Ese fue el ideal que trató de plasmar a lo largo de su vida.

Tenía un alma pura y sincera, modelada por la fe. Era bondadoso con los pobres. Siendo estudiante Jordán se distinguía ya por su amor a Dios y a los pobres, por el cultivo de la ciencia y de la amistad.Tenía un corazón desbordante de ternura. Era una persona encantadora, ecuánime. Una de las características de su espiritualidad es la alegría. Jordán quería que sus frailes se dedicaran en profundidad al estudio, pero quería también que fueran sencillos y alegres. Sabía dar un tono gracioso e ingenioso a todas las cosas. A todos proporcionaba esa palabra que consuela, pacifica y levanta. Tenía esas virtudes de fondo que imponen respeto y confianza: la austeridad de vida, la integridad de costumbres, la rectitud de corazón y el olvido heroico de sí mismo. Sus contemporáneos le dieron el título de Padre dulcísimo (dulcissimum Pater). La dulzura es una de las características que mejor le definen.

El historiador Mortier nos dice que Jordán era amable en su acogida; de formas suaves; siempre de buen humor, con frecuencia jovial. Su bondad desarmaba todas las cóleras. Era el predicador ideal, el prototipo de la Orden.

Jordán heredó de Domingo la devoción filial a la Virgen María. Les decía a los frailes que en la Orden debía conservarse el culto a la Virgen María con especial atención; porque los nuevos predicadores estaban entregados a la vida apostólica más que los otros, tenían más necesidad de ser socorridos por ella. Jordán confió a la Virgen María el gobierno de la Orden.