Hallándose en Roma el hombre de Dios Domingo, en la basílica de San Pedro, y en presencia de Dios se entregaba a la oración en favor de la custodia y dilatación de la orden, que por su medio propagaba el divino poder. Colocada la mano de Dios sobre él, contempló en una visión imaginaria que se le acercaban de pronto los gloriosos príncipes de los Apóstoles Pedro y Pablo. Le parecía que el primero, es decir Pedro, le entregaba un bastón, Pablo, empero, un libro, y contemplaban el gesto diciendo: " Ve, predica, porque has sido elegido por Dios para este ministerio". En seguida, en el mismo instante, le parecía contemplar a sus hijos diseminados por todo el mundo, marchando de dos en dos y predicando la Palabra de Dios a las gentes.
Constantino de Orvieto.
"Narración sobre Santo Domingo"
S.Pedro y S. Pablo se aparecen a Santo Domingo (Fray Angelico O.P.) |
Aquel entre todos honrado con el principado de la Iglesia,
ese primero de todos,
no una, sino tres veces, en presencia del mismo Señor
jura y perjura que no lo conoce ni sabe quién es.
¡Oh Pedro!, ¿tan mal hombre es ese que ahí está
que por tan gran vergüenza tienes aún haberle conocido?
Volviose entonces el Salvador y miró a Pedro.
Mirólo, y acordóse, y arrepintióse, y lloró su pecado,
porque sus ojos abren los nuestros y ellos son los que despiertan a los dormidos.
Luego dice el evangelista que "Pedro salió fuera y lloró amargamente";
para que entiendas que no basta llorar el pecado,
sino que es menester también huir del lugar y las ocasiones del pecado.
(Fray Luis de Granada)