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Gracia
= ¡Dios te ama incondicionalmente!:
En un mundo de comercio, de venta y compra, de producir y
ganar bienes materiales, el amor como un regalo incondicional es “contraproductivo” y provocador . Nosotros no necesitamos
producir nada para ser amados por Dios.
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Gracia
= ¡Dios te creó como una persona única dentro una comunidad!:
En un mundo de aislamiento y anonimato el valor de la persona
individual a menudo es descuidado. El individuo ha llegado a ser intercambiable
como una mercadería. Predicar la Gracia de Dios en esta situación podría
significar estimar el valor del individuo. “Te he llamado por tu nombre, mío eres
tú ..”–esa promesa hablada por Dios al profeta Isaas (Is 43,1), y repetido por
Jesús en sus palabras: “(El buen pastor)..llama a sus ovejas por su nombre
...”(Juan 10,3) .
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Gracia
= ¡Dios te propicia a reflejar su imagen!:
Predicar la Gracia de Dios en un mundo donde la dignidad de
las personas a menudo es tan acechada, podría significar -en la tradición de
nuestros hermanos Francisco de Vitoria, Antonio de Montesinos, Pedro de Córdoba
y Bartolomé de las Casas y muchos otros hombres y muchas otras mujeres de
nuestra Orden hasta en nuestros días-: comprometerse de un modo ilimitado para
el respeto de cada sujeto, sea quien sea, especialmente para los que son rechazados
y excluidos.
Gracia
= ¡Dios te libera de todos tipos de esclavitud!:
En un mundo de esclavitud y de la revancha el mensaje de
Gracia debe recobrar el olor y sabor de la libertad. El respiro profundo, el ay
de alivio pueden ser el lenguaje respetado del cuerpo que responde a este
regalo de amor de Dios.
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Gracia
= ¡La compasión de Dios es ilimitada!:
En un mundo, lleno de crueldad y sufrimiento, predicamos a un
Dios que es complaciente y compasivo. La palabra hebrea para la complacencia es
“rechem”, la misma palabra que fue usada para la matriz (la placenta) de una
madre. Jesús renovó esta vista afectuosa de Dios, cuando dijo a sus discípulos
para llamar a Dios con la misma expresión como ellos se dirigen a la persona
humana más familiar, un padre amoroso (¡y seguramente también una madre!):
“Abba”.
Gracia
= ¡Dios te confía su creación!:
En un mundo, explotado y enajenado de su determinación, el
cuidado de creación no es sólo el lema para partidos verdes o una afición para
jardineros, sino un servicio necesario religioso. Acordémonos cómo San Alberto
Magno, el predicador itinerante y maestro de San Tomás Aquino, encontró las
huellas de Dios en Su creación. También en nuestro millenium la biodiversidad,
hasta los milagros técnicos actuales, revela la abundancia y variedad de Dios
mismo, alabada a menudo en los salmos bíblicos. Dios nos confia la tierra para
el cultivo, para bienestar y utilidad de todos;
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Gracia
= Dios nutre y supera tu esperanza!:
En un mundo de desesperanza y desconfianza compartimos las
frustraciones de nuestros contemporáneos. Pero también recibimos regalos con la
dote de la Gracia de Dios, la esperanza; que “no desilusiona, porque el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que
nos fue dado.” (Ro 5,5). ¿Dónde está nuestra esperanza alimentada? Nuestra esperanza tiene un rostro humano:
¡Jesucristo sólo! Él es la razón única de nuestra esperanza. Porque nosotros
nos fiamos de sus palabras y actos, no necesitamos desesperar también en las extremas
situaciones sin salida. Una comunidad creyente es el mejor caldo de cultivo para
que la planta de esperanza, a menudo tan susceptible, pueda prosperar.
Es un signo de gracia cuando podemos reforzarnos uno al otro
mutuamente en la esperanza. Ya San Pedro formuló en su primera carta: “Estad
siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que la pidiere”¡
(1 Pe 3,15)
Fr. David Michael Kammler OP