martes, 22 de septiembre de 2015

Hoy recordamos y celebramos al Beato P. Francisco de Posadas, dominico de Scala Coeli



Breves Retratos del PADRE FRANCISCO DE POSADAS



Retrato Físico:

El P. Posadas era un hombre robusto, de elegante persona. Su estatura, alta; con proporción correspondiente en las principales partes que componen el todo del humano cuerpo. Era moreno el color de su rostro, espaciosa la frente y grandes los ojos. En la forma figural de sus facciones, agradable y bien parecido a todos. Su semblante, de ejempla modestia.

Retrato Literario:

En vida del P. Posadas más de un pintor cordobés le hizo retratos al oleo, que después sirvieron para sacar copias, de tal manera que se conservan hoy numerosos lienzos, en conventos andaluces sobre todo.

Retrato psíquico:

De genio vivaz y temperamento sanguíneo, blando; le saltaban fácilmente las lágrimas. Bondadoso, inteligente, dinámico, tenía dotes de “leader”. Como dice su biógrafo, fray Pedro de Alcalá, “enfilada, con una constancia a toda prueba, la ruta del dominicanismo, cuajó pronto el gran predicador popular, el predicador de masas, recrecida su garra por el celo humilde, por la sabiduría y por el fuego que le ardía en el corazón y en los ojos”.

Retrato dominicano:

Con palabras también del P. Alcalá en la Dedicatoria de la Vida del P. Posadas: “Este hijo, con el papel de una maravillosa imitación, copió en su alma la peregrina hermosura de aquel bendito original de su Padre (santo Domingo), retratando sus altas perfecciones en parecidas luces. Como lo convencen las cruentas penitencias con que este gran Varón mortificó y crucificó su carne; las inflamadísimas ansias con que se deshacía su corazón deseando dar a Dios honra y culto (…); las laboriosas tareas en que hasta el último día de su vida continuamente se ocupó, infatigable en la conversión de las almas y evangélico cultivo de las conciencias; los inmensos trabajos con que anduvo a pie, y aun muchas veces descalzo, los más fragosos caminos, y frecuentemente por montuosas sierras, para evangelizar la paz a los pueblos: la dulce y amorosa solicitud con que en ellos propagó e hizo echar dichosas raíces a la devoción del Rosario de María Santísima; (…) siendo su profunda humildad como trascendente en todos sus pensamientos, palabras y obras, que ordenó al último fin con tanta pureza, que fue perpetuo en pedir a Dios no le diese premio por sus trabajos, porque todo lo quería solamente para … gloria de Su Majestad.”

  (Textos del libro “ESCALACELI”, del P. Alvaro Huerga, O.P.)