Breves Retratos del PADRE
FRANCISCO DE POSADAS
Retrato Físico:
El P. Posadas era un hombre robusto, de elegante persona. Su
estatura, alta; con proporción correspondiente en las principales partes que
componen el todo del humano cuerpo. Era moreno el color de su rostro, espaciosa
la frente y grandes los ojos. En la forma figural de sus facciones, agradable y
bien parecido a todos. Su semblante, de ejempla modestia.
Retrato Literario:
En vida del P. Posadas más de un pintor cordobés le hizo retratos
al oleo, que después sirvieron para sacar copias, de tal manera que se
conservan hoy numerosos lienzos, en conventos andaluces sobre todo.
Retrato psíquico:
De genio vivaz y temperamento sanguíneo, blando; le saltaban
fácilmente las lágrimas. Bondadoso, inteligente, dinámico, tenía dotes de
“leader”. Como dice su biógrafo, fray Pedro de Alcalá, “enfilada, con una constancia a toda prueba, la ruta del dominicanismo,
cuajó pronto el gran predicador popular, el predicador de masas, recrecida su
garra por el celo humilde, por la sabiduría y por el fuego que le ardía en el
corazón y en los ojos”.
Retrato dominicano:
Con palabras también del P. Alcalá en la Dedicatoria de la Vida
del P. Posadas: “Este hijo, con el papel
de una maravillosa imitación, copió en su alma la peregrina hermosura de aquel
bendito original de su Padre (santo Domingo), retratando sus altas perfecciones en parecidas luces. Como lo
convencen las cruentas penitencias con que este gran Varón mortificó y
crucificó su carne; las inflamadísimas ansias con que se deshacía su corazón
deseando dar a Dios honra y culto (…); las laboriosas tareas en que hasta el
último día de su vida continuamente se ocupó, infatigable en la conversión de
las almas y evangélico cultivo de las conciencias; los inmensos trabajos con
que anduvo a pie, y aun muchas veces descalzo, los más fragosos caminos, y
frecuentemente por montuosas sierras, para evangelizar la paz a los pueblos: la
dulce y amorosa solicitud con que en ellos propagó e hizo echar dichosas raíces
a la devoción del Rosario de María Santísima; (…) siendo su profunda humildad
como trascendente en todos sus pensamientos, palabras y obras, que ordenó al
último fin con tanta pureza, que fue perpetuo en pedir a Dios no le diese
premio por sus trabajos, porque todo lo quería solamente para … gloria de Su
Majestad.”
(Textos del libro “ESCALACELI”, del P. Alvaro Huerga, O.P.)