13-15 Marzo 2015
Notas sobre la segunda jornada
Un sábado muy completo, mañana-tarde-noche.
La mañana giró en torno a cuatro palabras. Las tres primeras
en relación mutua: cercanía, misterio y sencillez.
El
sacramento del matrimonio es cercanía a Dios: “Dios creó al hombre a su imagen: hombre y mujer los creó”. En la
unión conyugal, el hombre y la mujer expresan el rasgo divino de la
reciprocidad y de la comunión, de una vida plena y complementaria, gracias a la
presencia de Dios. Un matrimonio es comunión del amor de Dios con nosotros.
Dios con la
humanidad establece una relación conyugal, y dentro de sí vive como una
familia. Y es justamente este el misterio del matrimonio: Dios hace de los dos
esposos una sola existencia, donde caben muchos más. Los esposos, por la
presencia de Dios, son investidos de una verdadera y propia misión, para que
puedan hacer visible el amor imposible, dando vida, cuidando y haciendo feliz
al otro.
Y este diseño de Dios, se realiza en la
sencillez y fragilidad humana; sabiendo de las dificultades y pruebas que se
presentan a lo largo de la vida de los esposos, ya que la condición humana es
así. Pero, en ella, por el Sacramento del matrimonio, el hombre le puede decir
a la mujer, y la mujer al marido: “tú eres la primera presencia de Jesucristo
para mí, de su amor personal, de su perdón, de su ternura…., y yo lo soy para
tí. Juntos lo somos para nuestros hijos, para cuantos nos rodean, para el mundo”.
Y la cuarta palabra de la mañana: la soledad. En el Génesis se recoge que “no está bien que el hombre esté solo”,
pero también es verdad que es necesaria una soledad, positiva y habitada, para
poder amar y convivir en libertad.
La necesidad de cercanía se vive a la vez que la necesidad de
distancia y soledad. El camino conyugal se recorre mejor cuando es correcta esa
relación cercanía-distancia. La fe es un paliativo para los momentos de
soledad, de parálisis. Con Jesús puedo mirar de frente “mi soledad”, bien sea
la negativa (para paliarla), bien sea la positiva (para llenarla).
Y por la tarde, dos palabras más: cuidado y custodia. Dos
términos que se complementan.
Cuidar/custodiar es:
· + Estar
atentos a los propios sentimientos, al propio corazón, a la propia persona.
+ Es
preocuparse por cada uno con amor y especialmente por los pequeños, los
débiles, los mayores. + Es preferir la familia, el cónyuge, para que puedan ser eficaces cuidadores de otros más débiles.
+ Es vivir con sinceridad las amistades. Es un recíproco protegerse en la confianza, el respeto, el bien.
Y tres palabras que también expresan el cuidado: permiso
(para no ser invasores en la vida del otro, respeto a lo diferente), gracias
(reconocer lo que el otro ha hecho por mí, lo bueno que tengo por él) y perdón
(porque todos nos equivocamos, para poder convivir con lo diferente).
Después de todo ello, se dio paso al
momento del diálogo en pareja y el perdón mutuo.
Finalmente, la noche: un ameno y
esclarecedor diálogo entre todos los participantes, en torno a varias de las
cuestiones que se han planteado como paso previo al próximo Sínodo de los
Obispos
A.-J. R.H.
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