Junto a la Cuaresma se ordenan una serie de símbolos repletos de
sugerencias fundamentales: el Éxodo, el Desierto, las Pruebas de la fe, la
Promesa en la tierra nueva, la Esperanza, la Purificación del hombre, la
Alianza o el encuentro del pueblo con su Dios.
Abrahán nos resume las actitudes espirituales del hombre que se
decide a realizar el plan salvador de Dios: toda la vida es un camino,
realizado con la esperanza de superar las pruebas, y con la fe de alcanzar la
tierra prometida.
Estas actitudes cuaresmales han de estar presentes siempre en la
comunidad cristiana a lo largo de su peregrinar por la historia. La Cuaresma es
el estilo de vivir el creyente en el mundo, su talante.
La Cuaresma también proclama la misericordia de Dios, que nunca
se agota en el ofrecimiento del perdón de los pecados y es una llamada a la
conversión manifestada con frutos dignos de penitencia. Frutos de la conversión
como son las obras exteriores de la oración, el ayuno, y la limosna, que no nos
deben hacer olvidar otras como la conversión interior, el cambio del corazón o
la propia regeneración de la persona desde su misma raíz. Conversión que más
que en ayunos y abstinencias se ha de manifestar en la adecuación de las
actitudes y comportamientos con el espíritu evangélico.
(Del Misal Dominicano)
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