Estando el bienaventurado Domingo en oración, fue súbitamente
arrebatado en éxtasis ante Dios, y vió al Señor y sentada a su diestra a la Santísima Virgen ,
pareciéndole al bienaventurado Domingo que nuestra Señora vestía una capa de
color de zafiro.
Mas como el bienaventurado Domingo tendiese la vista
alrededor, viendo ante Dios religiosos de todas las órdenes y ninguno de la
suya, comenzó a llorar muy amargamente, y situado a lo lejos, temía acercarse
al Señor y a su Madre.
Entonces nuestra Señora le hizo señas para que se acercase a
Ella. Pero él no se atrevió hasta que el Señor le llamó también…
-¿Por qué lloras con tanta pesadumbre?
-Lloro-contesta él-porque contemplo aquí miembros de todas
las Ordenes y no veo ninguno de la mía.
El Señor le respondió:
-¿Quieres ver a tu Orden?
Y él contesta estremecido:
-Sí, Señor.
Y poniendo el Señor la mano sobre el hombro de la Santísima Virgen ,
dice al bienaventurado Domingo:
-Tu Orden la he encomendado a Mi Madre…
Entonces la Santísima Virgen abre el manto con que está
vestida y lo extiende a la vista del bienaventurado Domingo, que le pareció ser
de tales dimensiones que cubría todo el cielo, y bajo él ve una muchedumbre
innumerable de hermanos.
Se postró entonces el bienaventurado Domingo, dando gracias
a Dios y a su Madre Santísima la Virgen María , y desapareció la visión. Y volviendo
en sí al momento, apresuradamente tocó a maitines. Terminado el Oficio convocó
a los frailes en Capítulo y les predicó un magnífico y hermosísimo sermón,
exhortándolos al amor y reverencia a la bienaventurada Virgen maría. Y entre
las cosas que les dijo les contó esta visión.
(De la Relación
sobre santo Domingo dada por la beata Cecilia OP)
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