“Sea cual fuere el momento en que nos hallamos de nuestro desarrollo,
y sea cual fuere lo que estemos haciendo,
Dios nunca dejará de amarnos,
corroborando cuanto de bueno hay en nosotros
y comprendiendo tiernamente nuestras debilidades.
No tenemos necesidad de cambiar,
ni de crecer,
ni de ser buenos
para ser amados.
Más bien es lo contrario:
somos amados
para que podamos cambiar,
crecer
y ser buenos”.
(J. Powell)
(Gracias, Inmaculada)
Dios nos ama, tal como somos, no tal como habríamos querido ser, no tal como la sociedad o nuestros padres habrían deseado que fuéramos, sino tal como somos hoy, con nuestras debilidades, nuestras heridas, nuestros temores, nuestras cualidades y nuestros defectos. Tal como somos hoy, somos amados por Dios.
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