"¿Qué mayor confianza que la que en este mismo paso tenía nuestro padre Santo Domingo, el cual, viendo a sus frailes llorar por su partida y por la falta que les hacía, los consoló diciendo: 'No os desconsoléis, hijos míos, porque en el lugar donde voy os seré más provechoso'? Pues ¿cómo podía en aquel trance desconsolarse ni temer la muerte quien tenía la gloria por tan suya, que no sólo esperaba alcanzarla para sí, sino también para sus hijos?
Para el justo la muerte no es muerte, sino sueño; no muerte sino mudanza; no muerte sino último día de trabajos; no muerte sino camino para la vida y escalón para la inmortalidad; porque entiende que después de la muerte pasó por el veneno de la vida, perdió los resabios que tenía de muerte y cobró dulzura de vida.
Tampoco teme el justo por los otros accidentes y compañeros de este paso, porque sabe que estos son dolores de parto con que nace la eternidad, con cuyo amor tuvo la muerte siempre en deseo y la vida en paciencia."
Fray Luis de Granada, op, "Guía de pecadores"
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