Al escuchar la pasión llama la atención la cantidad de personajes que aparecen. Todos nos invitan a identificarnos y ocupar su lugar (traidores, negadores, cómplices, dolientes, cirineos, verónicas, etc). Y sorprende el murmullo de fondo. Se percibe un contraste: unos gritan. Otros (los menos) permanecen en silencio. En las pasiones actuales en las que tantas veces estamos sumergidos, sucede igual. Unos gritan. Otros callan. Gritan furibundos los cómplices de Judas. Grita rabioso y vengativo Pedro en el Huerto; grita herido y entre lágrimas junto al fuego y el gallo. Vocean los soldados. Se exalta el pueblo: ¡Crucifícale, crucifícale, nosotros ya tenemos rey! Gritan los sacerdotes, que ven mermada su autoridad y poderío. Grita la cobardía de Pilato mientras se calla burguesmente. Gritan los espectadores del camino. Gritan iracundos los ladrones compañeros de patíbulo.
Asustan los gritos. Y uno se siente impotente ante ellos. Cuántos siguen extendiéndose en el mundo. Los de los poderosos, cobardes, traidores. Los vengativos, los que disparan armas, los que condenan, los que exaltan al pueblo. Los que con fuerza quieren vender sus planes. Los que imponen sus ideas. Cuántos gritos en los hospitales, en los países pobres. Cuántos en guerras fratricidas. Cuántos en parlamentos y en países desarrollados. Cuántos gritos en cuántos corazones. Tal vez, si nos escuchamos, hasta nuestro interior grita consternado…
Gritos. Y silencio. Calla el justo. “No abría la boca”. “No gritará, no voceará, no alzará su voz en las plazas”... Calla en el huerto de la traición. Calla y no se defiende ante Pilato. Calla ante el pueblo. Calla en el camino. Y pronuncia levemente el nombre de su padre en la Cruz. Jesús calla y salva. Nos salva el amor y el silencio…
Calla María. Y calla el discípulo. Se limitan a acoger, a estrenar comunidad y familia. Y calla Dios. El que está presente en toda la escena. El que abarca todas las escenas y episodios de lo humano. Y sigue callando Dios. Tanto que a veces nos torturan sus silencios. Porque Dios calla y en su silencio salva. Calla y salva.
Hagamos silencio adentro, y dejemos obrar a Dios. Sabemos que a Él corresponde la última palabra. La definitiva. Y dejemos que en su silencio acalle nuestros gritos. Y nos salve.
“Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”(Lam 3, 26)
Viernes Santo
Oficio de la Pasión del Señor
Isaías 52,13-53,12
Sal 30
Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan 18,1-19,42
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