domingo, 25 de junio de 2017

La mesa de la Palabra: Excesos



Excesos

Como institución social, la religión viene a ser un todo normativo que orienta la conducta en aras de buscar el significado profundo de las cosas o, lo que es lo mismo, dar con el quid de las grandes cuestiones: la vida, la muerte, el mal, la enfermedad, los cataclismos… Como si la palabra se diera por derrotada y la humanidad se dispusiera a escuchar otra palabra que la libere de sus límites e ignorancias.

Las religiones han surgido con el fin de dar forma al impulso a crear y reconocer lo sagrado. Los entendidos no estudian a los dioses como hacedores del mundo y de los hombres, sino a los hombres en tanto creadores del mundo y sus cosmovisiones. Se acota lo sagrado y como tal se respeta, se teme y queda exento de crítica: así los lugares de culto, los símbolos –cruz, imágenes, media luna…-, los altos de los montes, el tabernáculo… Acotado lo sagrado, se establecen ceremonias que propician los patrones de conducta con lo sacro; estandarizadas las ceremonias surgen los rituales que mantienen la sacralidad al centrar la atención en imágenes, objetos y símbolos sagrados. Y llegados aquí, cobra relevancia el culto u homenaje externo de respeto y amor que se tributa a Dios, a María, a los ángeles, a los santos y a los beatos (si hablamos de nuestra opción religiosa). Pero ¿dónde radica el límite de las formas cultuales para no incurrir en patentes excesos y sobreactuaciones de formas barrocas, desfile procesional por irrelevantes pretextos, incontables velas, pedrería sin cuento, muestrario de bordados, por no aludir a dudosos estilos manieristas con abundante tono pastel?

Vistas así las cosas, aún estamos lejos de adorar a Dios en espíritu y verdad, al Dios que se deja encontrar dentro de cada ser humano.


Fr. Jesús Duque OP.