domingo, 21 de mayo de 2017

La mesa de la Palabra: Orfandad, no



Orfandad, no

Con la mejor de las intenciones, no cabe duda alguna, las autoridades eclesiales y las mismas comunidades cristianas hacen todo lo que saben y pueden por hacerse presente en la sociedad, por actualizar la doctrina, por catequizar a los grupos creyentes en el nuevo lenguaje requerido por los tiempos que corren. Sí, los esfuerzos son muchos… y loables para ser testigos del Maestro que un día se fue junto al Padre.

Ahora huérfanos de él, ¿estaremos buscando a Dios, del que tanto y tan bien nos hablaba Jesús el Señor, como aquel vecino de la parábola que había perdido la llave en casa y andaba buscándola en la calle solo porque, decía, había allí más luz? ¿De qué nos vale buscar a Dios, ejercer de seguidores del Maestro de Galilea, buscarlo en lugares santos si donde habla y grita es en el Evangelio de Jesús y en Jesús como Evangelio?  ¿Por qué no lo dejamos hablar escuchando con más asiduidad su Palabra? ¿Y por qué no buscarlo en nuestro propio corazón, aunque sea un lugar no sobrado de luz, pero con probada capacidad para estar ahí porque así lo ha decidido nuestro Dios Padre-Madre?

No estamos huérfanos; Jesús concluyó su agenda aquí, y sigue entre nosotros si nos decidimos a lavar nuestros ojos en el agua de su encuentro y de su Palabra. Se deja ver, seguir y admirar con los ojos de la fe y con el compromiso de humanizar nuestro mundo y humanizarnos cada día más y mejor. Es su forma de estar con nosotros siempre, es el mejor remedio para la orfandad a la que, al parecer, nos condenaba su ausencia.


Fr. Jesús Duque OP.