domingo, 24 de diciembre de 2017

La mesa de la Palabra: Navidad: vivir y soñar



Navidad: vivir y soñar

La Navidad nos permite a todos soñar. Cierto que producimos sueños de todos los colores y contenidos, incluso los menos fulgurantes. No solo aludo al chillón color de nuestras iluminadas calles comerciales en estos días, se refieran o no al evento de Belén, sino a los de la otra paleta, más discreta, tierna y, sobre todo, humana, la que los de cerca y los de lejos compartimos. Estos finales días de diciembre no anulan el programa de la vida con su dulzura y dolor en dispar distribución.

La cristiana fe nos habilita para poner el misterio del Dios de los hombres en el centro de nuestro corazón, tomando pie en la parábola de poner la imagen del niño Jesús en el Belén de nuestras casas. Esta luz discreta ilumina nuestra esperanza, porque vivimos por lo que esperamos de su mano. Por eso es tan estimulante disfrutar, a lo navideño, de la grandeza de lo pequeño (¿por qué será que los inmensos ojos de los niños son los que mejor dibujan la incógnita de la noche de Belén?), vocear a pulmón lleno el nombre de los anónimos, sentirse deslumbrado por el brillo de los desprestigiados, escuchar la armonía del silencio de una noche que se gusta mucho a sí misma porque su oscuridad está grávida de Dios, abrir la puerta de nuestra casa/corazón a los descartados. Misterio de Dios que es eclosión de la vida que el Padre de los cielos comparte con todos nosotros, sus hijos.

La exquisita discreción de la Navidad actualiza nuestra memoria más cordial e incorpora a nuestra mesa y a la lumbre del corazón a los que nos enseñaron con un abrazo, con una sonrisa, cuán cálido es el amor de Dios que nos inmuniza frente a los fríos y olvidos en los que incurre a veces nuestra convivencia. Que Navidad es volver siempre a la casa, como lo hace el amigo, nuestro mejor amigo.

Fr. Jesús Duque OP. 

sábado, 16 de diciembre de 2017

La mesa de la Palabra: De mística tarea




De mística tarea

Entiendo que la duda es un necesario ingrediente de la fe; ignoro si esta noche oscura (agradecida alusión a San Juan de la Cruz a quien evocamos el pasado 14 de este mes) se acostumbra a convivir con la luz, porque a los creyentes no nos queda más remedio que afrontar la existencia del misterio en estas tareas nuestras de buscar el rostro de Dios. Los entendidos en estos avatares religiosos establecen unas comparaciones que, si no se matizan, suenan atrevidas.

Dicen que la reflexión bíblica y teológica es a la narrativa o al ensayo lo que la mística es al lenguaje poético. En lo que tenga de válido esta similitud, parece indicar que en el decir bíblico y teológico prima la adhesión a un Credo, aceptación de un catecismo, mientras que en lenguaje místico predomina la relación personal con Dios Padre y la oración. Orantes y creyentes, Juan de la Cruz y Tomás de Aquino, Álvaro de Córdoba y Francisco de Posadas, místicos y profetas.

Que siga el debate. Sin embargo, no hay que perder de vista que, entre unos y otros está el que plantó su tienda, el Emmanuel, un puente para ser transitado: es necesario constatar la unión del misterio de amor derramado y la existencia de una humanidad caminante, con sed de plenitud. A este Dios-con-nosotros no se le caen los anillos por embarrarse en nuestra condición y en nuestro caminar, pero sí se le cae el corazón para que los humanos no le hagamos perder el latido que, en el misterio de la luz, nos ofrece su Navidad, que es caminar Dios y el hombre al mismo compás, porque la luz de la esperanza ya está madura, y el corazón del hombre con levadura.

Fr. Jesús Duque OP. 


sábado, 9 de diciembre de 2017

La mesa de la Palabra: Sobra fundamentalismo



Sobra fundamentalismo

El sentido común nos dice hoy que el sociólogo, como cualquier gurú de la cotidianidad –influencer se denomina alguno-, es un ignorante a la hora de razonar sobre la acción de Dios en nuestra historia; la respetuosa ironía, por su parte, apunta a que Dios no acude a la consulta del teólogo cuando se siente mal por no secundar sus sabios planes los humanos. La actualidad, además, pone en nuestra pantalla la preocupación generada por reconocer el presidente estadounidense la pretensión sionista de que Jerusalén sea la capital del estado de Israel, obviando su ya largo status de ciudad santa para las tres religiones monoteístas. Dinámica histórica, acción de Dios e inestable equilibrio de nuestro mundo.

Nuestro tiempo dibuja así un paisaje pluriétnico, pluricultural y plurirreligioso, como se viene reconociendo en no pocos foros, que plantea nuevas formas de relaciones mutuas y que éstas, además, sean abiertas y satisfactorias, donde el diálogo, la autocrítica y la colaboración efectiva entre los pueblos, culturas y religiones del mundo sean algo más que aseadas formas diplomáticas de coexistencia.

Mucho tenemos que cambiar en el seno de cada religión para que las personas y los grupos, implicados por creencia en la construcción de la paz en nuestro mundo, seamos icono reconocible de una convivencia pacífica y acogedora entre los distintos credos. En esta tarea sobran los fundamentalismos y las posturas ultramontanas que alimentan su seguridad en el dogmatismo, pero que no es la mejor metodología de la concordia ni fomenta recíproca sensibilidad, ni respeto a las diferencias existentes, ni apertura a lo que en cada parcela religiosa hay de esperanza y salvación. El Espíritu sabe mejor que nadie estimular nuestra vida y oración, y la comunidad cristiana espera a un Dios que se hizo hombre para todos, los de dentro y los de fuera. Bueno es secundar tan geniales iniciativas.




Fr. Jesús Duque OP.