miércoles, 1 de abril de 2015

SEMANA SANTA 2015: Del lavatorio de los pies.



Lavatorio de los pies - Giotto


El dejo [el fin] con que el Salvador del  mundo acabó  la  vida  y  se despidió de sus discípulos, antes que entrase en la conquista de su pasión, fue lavarles él mismo los pies con sus propias manos, y ordenarles el Santísimo Sacramento del altar, y predicarles un sermón lleno de toda la suavidad, doctrina y consolación que podía ser (cf. Jn 13,1ss). Porque tal gracia y tal despedida como esta pertenecía a la suavidad y caridad grande de este Señor.

Pues, como haya muchas cosas señaladas que considerar en este hecho tan notable, la primera que luego se nos ofrece es este ejemplo de humildad inestimable del Hijo de Dios, cuyas grandezas comenzó el evangelista a contar al principio deste Evangelio, para que más claro se viese la grandeza desta humildad, comparado con tan grande majestad. Como si dijera: «Este Señor, que sabía todas las cosas; este que era Hijo de Dios, y que dél había venido y a él se volvía; este, en cuyas manos el Padre había puesto todas las cosas: el cielo, la tierra, el infierno, la vida, la muerte, los ángeles, los hombres y los demonios, y, finalmente, todas las cosas; este tan grande en la majestad, fue tan grande en la humildad, que ni la grandeza de su poder le hizo despreciar este oficio, ni la presencia de la muerte olvidarse deste regalo, ni la alteza de su majestad dejar de abatirse a este tan humilde servicio, que es uno de los más bajos que suelen hacer los siervos». Y así como tal se desnudó, y ciñó, y echó agua en una bacía, y él con sus propias manos, con aquellas manos que criaron los cielos, con aquellas en que el Padre había puesto todas las cosas, comenzó a lavar los pies de unos pobres pescadores y, lo que más es, los pies del peor de todos los hombres, que eran los de aquel traidor que le tenía  vendido. ¡Oh  inmensa  bondad!, ¡oh  suprema  caridad!, ¡oh  humildad inefable del Hijo de Dios! ¿Quién no quedará atónito cuando vea al Criador del mundo, la gloria de los ángeles, el Rey de los cielos y el Señor de todo lo criado, postrado a los pies de los pescadores y, más, de Judas? No se contentó con bajar del cielo y hacerse hombre, sino descendió más bajo, como dice el Apóstol, a deshacerse y humillarse de tal manera, que, estando en forma de Dios, tomase no sólo forma de hombre, sino también de siervo, haciendo el oficio propio de los siervos (cf. Flp 2,6-7).



                                                                        (Fr. Luis de Granada)