viernes, 29 de agosto de 2014

La “obra literaria” de DOMINGO DE GUZMAN


Santo Domingo fue configurando su orden a medida que se entregaba a la misión. Lo que tantas veces se ha denominado “Obra literaria de santo Domingo” está centrado prácticamente por completo en la entrega fundacional. Poseía una sólida formación teológica y en el derecho eclesiástico. Fue completando su formación con la asidua lectura personal de la Biblia, de los Padres de la Iglesia, especialmente san Agustín, san Gregorio Magno, san León Magno, san Isidoro de Sevilla. También meditó las obras espirituales de Casiano.

Pero el contacto directo, la experiencia vital con la gente de su tiempo y con los problemas más acuciantes de la Iglesia, le exigieron una peculiar dedicación al estudio para afrontar disputas o controversias con los cátaros y valdenses, en defensa de la fe de la Iglesia y, naturalmente, para exponerla de manera infatigable a lo fieles.

Es cierto que no se conoce todo cuanto escribió. Ha habido biógrafos que le han atribuido una serie de comentarios bíblicos, como resultado de sus enseñanzas o predicación en Roma, Bolonia y París. Pero de todo esto no queda constancia documental alguna. Fray Esteban de España, al referirse en el proceso de canonización a la venta de sus libros, que realizó en Palencia para socorrer a los pobres, decía que aquellos libros estaban glosados de su mano.

Por lo que se refiere a sus disputas con los cátaros y valdenses, los primeros biógrafos mencionaban tratados compuestos por él, y de dos actas o documentos de reconciliación y testificación.

El hecho de que, por iniciativa propia, o animado por Diego de Acebes se decidiera a escribir en aquellas circunstancias, en que no es de creer que tuviera muchos libros a mano, permite conjeturar que tenía práctica, cualidades y gusto por la composición escrita, tan importante para una honda evangelización. Su escrito de controversia abordaría temas centrales, como la encarnación del Verbo de dios hacia la cual mira todo el Antiguo Testamento, aunque de ello no quisieran ni oir mencionar los cátaros. Trataría igualmente de la divinidad de Jesucristo, de los sacramentos, prácticamente negados por los herejes. Su escrito fue sometido a la prueba de fuego y, aunque respetado por las llamas, parece que no existía ya cuando escribió Jordán de Sajonia.

Es evidente que a partir de 1217, la relación de Domingo con sus frailes no podía limitarse a una visita o estancia en Italia, Francia o España. Sus palabras y enseñanzas fueron recogidas ciertamente por los testigos de vista, pero también estos manifiestan claramente la comunicación por escrito. Juan de España dijo en el proceso de canonización que “fray Domingo aconsejaba y exhortaba con frecuencia a los frailes de la orden, con su palabra y por medio de cartas para que estudiaran constantemente en el Nuevo y Antiguo Testamento”. Cartas que no se han conservado.

Tuvo su parte en la redacción de la primitiva legislación de la orden: “Liber Consuetudinun; Constitutiones monialium Sancti Syxti de Urbe”. En algunos casos pudo intevenir en la elaboración y tramitación de algunas de las bulas pontificias, motivadas normalmente por escritos de súplica, y quien sabe si repasado por él el contenido preparado en primeras redacciones por los oficiales de la cancillería papal. No puede olvidarse el aprecio y valoración en la que le tuvo el cardenal Hugolino de Ostia y también el papa Honorio III.

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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:

Tú Señor, que reuniste en torno a Domingo de Guzmán hombres y mujeres apasionados por la Predicación de la Verdad,

         suscita  hoy entre los jóvenes esa misma pasión que les lleve a entregar su vida al anuncio de tu Palabra.

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