lunes, 25 de agosto de 2014

DOMINGO DE GUZMAN: Traslado de sus restos y proceso de canonización.


Después de la muerte de Santo Domingo, aumentando los milagros y no pudiéndose ocultar su santidad por más tiempo, la devoción de los fieles consideró decoroso trasladar con reverencia su cuerpo, que se hallaba depositado en un lugar humilde, a otro más noble. Pues creciendo la devoción del clero y del pueblo hacia él, se iba elevando un monumento sobre el suelo, como si una fuerza interior apretara hacia afuera.

El sepulcro en el que fue enterrado en primer lugar estaba cubierto por una gran losa asegurada con durísimo cemento, de modo que nos salía efluvio alguno de su interior.

Se habían congregado muchos frailes para el capítulo general, en el año 1233. Se comenta de uno de los frailes, muy inquieto por comprobar si el Señor se dignaría obrar, para exaltación de santo Domingo, algún milagro con ocasión del traslado. Por la noche, entre sueños y vigilia, vio a un hombre que le decía en voz perceptible; “Este recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación” (Sal 23,5).

Se procedió levantar la lápida. Quitado el cemento emanó de repente tal perfume de suavísimo olor que no parecía que saliera de un sepulcro, sino de una tienda de aromas. Quedó de manifiesto su cuerpo virginal, que había permanecido incorrupto. El olor no solo se hallaba en los huesos, sino también en la tierra, que después fue llevada a regiones lejanas, reteniendo este olor por largo tiempo. En las manos de los frailes que habían tocado algunas de aquellas cosas, se adhirió de tal modo, que aunque se las lavaran, ofrecían prueba de la fragancia durante muchos días. Muchas gentes del pueblo que se habían apresurado a ir, atraídos por el admirable perfume, recibieron el beneficio de la salud. Este, pues, recibió la bendición del Señor, le hizo justicia el Dios de la salvación.

Pocos días después de la finalización del Capítulo General, una delegación compuesta por representantes episcopales y del clero, de los frailes, de las autoridades civiles y ciudadanos y de la universidad de Bolonia, llegó a Roma para pedir al Papa la apertura de la causa de canonización de Santo Domingo, de cuya muerte se cumplían doce años. Gregorio IX hizo los preceptivos nombramientos de comisarios encuestadores y notificó la introducción del proceso, procediéndose en conformidad con la legislación al efecto.

El Papa Gregorio IX, decidió inscribirlo en el catálogo de los santos en Rieti, el 3 de Julio de 1234.
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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:

Tú, Señor, que diste un corazón compasivo a Martín de Porres,
         suscita nuevas vocaciones a la vida dominicana, que hagan cercano tu rostro misericordioso a los desheredados de la tierra.





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