lunes, 13 de febrero de 2012

La Torre Berlanga

Se fundó Scala Coeli por el "penitentísimo y admirable san Álvaro". Según la documentación, él y sus compañeros compraron la Torre de Berlanga el 13 de junio de 1423:

Esta heredad con su huerta, viñas, majuelos, olivares, montes, pastos, ejidos, aguas corrientes, estantes, torre y cuanto le pertenecía compró san Álvaro, en nombre de su Religión, de Gonzalo Fernández de Córdoba, veinticuatro de la misma ciudad, y de Gómez Fernández de Córdoba, canónigo de su santa Iglesia, y de Fernán Fernández de Córdoba, todos tres hermanos, hijos legítimos del veinticuatro Diego Fernández de Córdoba y de Sancha García, su legítima mujer, en precio de cincuenta y dos mil maravedíes, de los cuales los seis mil se dieron a los tres hermanos, y los demás a Fernán Gómez de Herrera, veinticuatro de Córdoba, en cuatrocientas doblas moriscas, en que la heredad estaba empeñada a razón de diez reales y veinticinco maravedíes cada dobla.
Otorgóse la escritura de venta a trece días del mes de junio, año 1423, ante Alfonso González, escribano público de Córdoba, y por testigo García Sánchez de Quero, asímismo escribano publico.
Y no es digno de omitirse el que en esta escritura se le dan repetidas veces a nuestro Santo los renombres de "varón honrado, discreto y sabio".

Realizada y protocolizada la compra, fr. Álvaro y sus compañeros tomaron posesión de la Torre y de la finca, y se acomodaron provisionalmente allí. En la parte superior los cuartos; en la inferior la capilla. Los voluntarios que fueron reclutados en los conventos castellanos y andaluces para formar la improvisada comunidad fueron ocho:
fr. Rodrigo de Valencia
fr. Juan de Valenzuela
fr. Pedro Morales
fr. Juan de Mesta
fr. Juan de Aguilar
fr. Bernabé de la Parra
fr. Miguel de Paredes, y
fr. Juan de San Pedro.

Provisionalmente acomodados comienzan la tarea de construir, de nueva planta, un convento en la heredad comprada. Un noble cordobés -Martín Fernández de Córdoba- le regaló unas casas en la cale de san Pablo, para que las vendiese. Con la suma obtenida pudo iniciar la construcción de la iglesia y convento. La generosidad dadivosa de los cordobeses aportó ayudas: todos quieren contribuir a la obra que trae entre manos el ejemplar religioso que -con sus sermones- se ha ganado el fervor de la multitud.

Levantar una iglesia y una casa amplia en aquel paraje resultaba penoso y costoso. Cimientos sobre roca viva, acarreo de materiales, mano de obra... todo era complicado. La distancia (una legua larga de Córdoba), lo abrupto del camino, la relativa magnitud de la obra, aumentaban considerablemente los gastos. Llegó un momento -relatan los biógrafos- en que los alarifes, faltos de material y de pago, estuvieron a punto de abandonar el trabajo. fr. Álvaro se pasó la noche en oración y disciplina. Dios escuchó las súplicas de su siervo, y bajaron los ángeles descargando de sus carros aéreos abundantes materiales al pie de la obra comenzada. Los obres, estupefactos al contemplar lo ocurrido, se pusieron a trabajar gozosos, mientras el alba sonreía por los picos de Sierra Morena.

Así, poco a poco, con oración, disciplina y limosnas se construyó el convento de Santo Domingo de Scala Coeli.


(Cf. fr. Juan de Ribas, op, "Vida y milagros del B. Fray Álvaro de Córdoba, del Orden de Predicadores", Córdoba, 1687)

1 comentario:

  1. qué historia y qué imágenes más bonitas de Fr.Álvaro construyendo el Convento de Scala Coeli...¡las buscaremos el próximo domingo que vayamos en vuestra iglesia!
    Conocer ayuda a disfrutar y valorar más las cosas.
    GRACIAS.

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